domingo, 10 de febrero de 2019

La despedida de Leonard Cohen




“Me gusta beber con Roshi, me gustan las mujeres y el hecho de que lleve una túnica negra no hace que deje de ser lo que siempre he sido: un burdel ambulante.” Jikan/Cohen.

Dice su hijo Adam que este es el libro en el que trabajaba su padre antes de morir, pero que no le dio tiempo a terminarlo. Es largo, más de trescientas páginas y contiene poemas, letras de canciones y una selección de sus cientos de cuadernos de notas.

Se completa con unos 70 dibujos de autorretratos, acompañados de pequeños poemas caligrafiados, y copias de páginas de cuadernos manuscritos, con la esmerada caligrafía de Cohen.

La mayor parte de la poesía, como es habitual en este poeta y cantante, es amorosa. En mi opinión es un poco irregular, con poemas espléndidos y otros menos afortunados. La irregularidad, en cualquier caso, se compensa con la abundancia, por lo que los admiradores del viejo canadiense trotamundos no quedarán defraudados.



Ignoro cuál es la línea divisoria entre el poema y la canción, si es que la hay. La abundancia de estribillos en los poemas (algo cansina me parece) hace que sea imposible diferenciarlos de las canciones.

Los esbozos de poemas incluidos en las notas de los cuadernos bajan bastante en calidad y requieren una lectura incondicional para ser disfrutados.

No hay muchas dudas de que la poesía fue la principal ocupación de Cohen y que la estuvo escribiendo hasta el final. El mismo lo confiesa:

“Religión, maestros, mujeres, fama, dinero, drogas, el viaje… nada me coloca tanto, ni me alivia el sufrimiento, como emborronar páginas escribiendo.”

Pero es probable que la mayor parte de los volúmenes de poesía que publicó en vida, sobre todo en su primera época, estén a mayor altura de los aquí incluidos.

En su muy breve discurso por la concesión del premio Príncipe de Asturias, Cohen agradece a Federico García Lorca, por ayudarle a encontrar su voz poética y al joven español que, en Montreal, le enseñó, antes de suicidarse, a tocar media docena de acordes de guitarra, que son la base de la mayoría de sus canciones.

Algunos fragmentos

Te pusiste un uniforme
Para luchar en la Guerra Civil
Estabas tan guapa que poco me importaba
En qué bando lucharas.

(De Una calle)

Estoy ralentizando la canción
Nunca me gustó tan deprisa
Tu quieres llegar enseguida
Yo quiero llegar el último

No es porque sea viejo
Ni por la vida que he llevado
Siempre me gustó despacio

Es lo que decía mi madre

(...)

Todos tus movimientos son rápidos
Todos tus giros son bruscos
Déjame recuperar el aliento
Creía que teníamos toda la noche

(De Despacio)


“Mi vida…
enredada como de costumbre
en los cables
de la belleza de alguien.”

* * *