
El mar es azul, como el cielo. De vuelta en casa me pregunto cómo se puede vivir bajo esta grisura perlada. No siento nostalgia. Siento ira. Como si me estuvieran robando.
El milagro de la mañana. A las nueve, el aire es tibio y fragante, trae aromas que había olvidado. Demasiados años sin venir al Mediterráneo.

Salou es un horror. Intento acceder al cabo, pero sólo consigo deprimirme: apenas hay un centímetro sin urbanizar, los coches se amontonan en los bordes de la carretera. No consigo ver el faro, cercado por un muro elevado. Camino del centro, kilómetros de chiringuitos cutres, puestos de comida basura, todos ellos clonados, repetidos una y otra vez. Gente y más gente que deambula medio desnuda, exhibiendo cuerpos maltratados por la opulencia. Jóvenes negros, altos y esbeltos, que deambulan de aquí para allá, como si estuviesen muy ocupados, ponen una inquietante nota de belleza. Los ojos, la mirada líquida de un negro azabache que vende cinturones.
En realidad aquí no se viene a ver cosas. Aquí se viene a tomar el sol. El resto, si lo hubiere, se os dará por añadidura.

San Jorge, fiesta en Cataluña. Mesas llenas de libros, envueltas en banderas catalanas. Rosas a tres euros que venden los estudiantes para sus viajes y los inmigrantes más tirados para comprarse un bocadillo o un tetabric de vino. Son los mismos libros que pueden encontrarse en cualquier papelería, en cualquier apeadero ferroviario. En una esquina encuentro Cinco historias del mar, de Josep Pla. Me apresuro a adquirirlo.

En mitad de la localidad, en el punto más céntrico, un paso ferroviario que se abre y se cierra cuando pasa algún tren. Increible. Apenas nada que ver en Salou, salvo unas villas modernistas, debidamente cercadas e inaccesibles, en la línea de playa. Hay que irse de aquí lo antes posible.

La cosa cambia sustancialmente bajando hacia Cambrills. Improvisamos un picnic bajo unas palmeras junto a la playa. Sobre nuestras cabezas hay un montón de loros ruidosos que parecen haber copado un par de árboles. Nos apartamos hacia un lado. Apenas hay gente en la playa. Los chiringuitos han dejado paso a urbanizaciones de hoteles y apartamentos. El pueblo tiene más personalidad e intimidad. Un rato en el parque, a la sombra, junto a una plantación de aves del Paraiso, emblemática aquí.

Paseo marítimo de Cambrills
A las 3 de la tarde, en plena calima, pasan, de uno en uno, tres corredores solitarios. Los tres son altos, fibrosos, impasibles: un arquetipo. En contraste: turistas que han dejado el pudor en sus lugares de origen: desnudeces, pechugas bamboleantes, grasas, lorzas, pieles peludas, calcetines, barrigas contenidas por un heroico botón de camisa.

Paseantes en Salou
Estuve en Salou hace muchos años, pero leyéndote me doy cuenta de que podría haber estado ayer mismo. Salou sigue siendo un horror. También fuimos a Cambrils y tampoco me gustó; era otro universo, claro, sin embargo, en aquella época tan maltrado como Salou. En cuanto a los paseantes, pues no había más que franceses y alemanes por todas partes, y estas gentes no dan precisamente la nota de color... salvo cuando se queman al sol.
ResponderEliminarBuenas tardes desde el alto Mediterráneo, hoy tan gris, como el cielo... (Son la viva imagen de la crisis.)
Es que el turismo este de playa y sol no sé a qué responde, la verdad. Estuvimos hace unos años en Aiguablava, en la Costa Brava (supongo que Mertxe lo conocerá) y a mí me impresionó mucho la transformación del paisaje debida a ese turismo de sol y playa. Los pueblos antiguos, con construcciones de principios del XX para atrás, que son las construcciones que realmente merecen la pena, porque las de entonces para acá dan grima, están todos en el interior de la costa. Y luego, por efecto del turismo de sol y playa, a pocos kilómetros, en la playa, se han levantado unas moles de hormigón al abrigo del turismo de los años sesenta que son realmente deprimentes.
ResponderEliminarA mí me deprimiría muchísimo pasar el verano en un sitio así. Ni habiendo visto Vacaciones en el mar me animaría (seguramente mi mal habría empeorado por eso).