Atrapadas en la niebla

Esta mañana de niebla tupida he encontrado una bandada de aves migratorias en la Isla de los Pájaros. Se trata del bancal de arena situado en mitad de la bahía de Txingudi que sirve de lugar de descanso a gaviotas y cormoranes. Los graznidos se escuchaban en todo el entorno. Las aves, muy inquietas, sobrevolaban en círculos la bahía.

Probablemente han pasado la noche en la isla y, cuando se aprestaban a continuar su viaje, se lo ha impedido la niebla. A la menor señal de alarma abandonan el suelo y, como no pueden orientarse, vuelan en círculos. Su nerviosismo es aún mayor que el de las inquietas gaviotas. No se parecen a los negros cormoranes, que son los pájaros más templados que pueden perse por estas latitudes.

Una hora más tarde seguían allí, haciéndose notar por sus gritos roncos, los mismos que emiten cuando, hacia el mes de octubre sobrevuelan la desembocadura del Bidasoa rumbo al sur. Este año no he visto las migraciones de octubre. Tan sólo dos o tres bandadas un mes y medio más tarde. Es raro. Seguro que la contaminación y sus secuelas tienen algo que ver.

En primera fila, los cormoranes; en segunda, las gaviotas; a continuación, las recién llegadas.

He escuchado los graznidos durante un buen rato más, hasta que ha empezado a levantar la niebla. Durante el paseo solitario he podido ver otras aves que aprovechaban el frío y la ausencia de gente para buscar su alimento con tranquilidad.

Sorprende el gregarismo de las aves migratorias. Parecen moverse como un solo individuo. El griterío constante mantiene la cohesión del grupo pero también, paradójicamente, atrae la atención de los depredadores.



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