Hacía tiempo que no leía una entrevista tan estúpida como esta. La firma Walter Oppenheimer, y ha sido publicada en el suplemento cultural de El País. Debería ser de lectura obligatoria en todas las facultades de periodismo como ejemplo de lo que un periodista no se debe permitir. Sin embargo, no sólo no fue enviada a la papelera sino que la exhiben en portada.
El periodista se arranca con las dificultades que ha tenido para localizar la casa en la que vive Naipaul. Esta circunstancia es muy naipauliana, y habrá regocijado sobremanera al entrevistado. El británico nunca olvida en sus libros relatar los sufrimientos padecidos para localizar las viviendas de sus personajes a lo ancho del planeta. A continuación se entabla un diálogo de sordos entre Naipaul, que está de un humor de perros, y el periodista que ha decidido desplegar toda su impertinencia. Este se lanza, una y otra vez, a efectuar preguntas que se salen del pacto previo sobre la charla, que debía versar sobre su último libro, La máscara de Africa. No es dogma de fe que en una entrevista sea un interrogatorio político y policial de obligado cumplimiento.
Las recientes declaraciones del Nobel (2001) sobre las mujeres escritoras, a las que acusó de sensibleras y estrechas de miras, no podían pasar desapercibidas. Oppenheimer aprovecha para remachar ese clavo. Le saca también a colación su misoginia, su gusto por la prostitución, sus relaciones con su primera mujer, sus infidelidades, sus adulterios. Naipaul se niega a entrar al trapo y la entrevista se volatiliza.
Convendría recordar aquí que Naipaul ha colaborado en la biografía que le dedicó Patrick French, donde se pasa revista a los temas citados. Pocos casos como este se conocen en vida de un autor.
Pero el periodista prefiere pelearse con el entrevistado y elude cualquier otro dato. El lector se queda a dos velas. ¿Acaso no era es el objetivo? Como Naipaul no es un socialdemócrata progre, como tiene la costumbre decir lo que piensa, mejor que nadie se entere de lo que, en efecto, piensa. Vale con trazar una caricatura grotesca, echarle un poco de mierda a su imagen. Y mandarlo a portada.
Todo es estúpido en esta entrevista. Pero creo que el más rescatable es el entrevistador. A él le envían allí, sin ser especialista, por lo que dice, para hacer una entrevista genérica sobre el libro.
ResponderEliminarEs una no-entrevista a un autor que se niega a ser entrevistado. Y lo ponen luego en portada de Babelia, como guinda.
Absurdo de arriba abajo.
El caso es que el periodista le empieza preguntando directamente por el libro, pero el autor responde con monosílabos. Así no hay quien pueda. Luego la reacción del periodista, entrando al trapo de cuestiones turbias. Es como bastante desagradable todo. Hay una violencia subterránea en la entrevista, que a veces aflora a la superficie. Y yo me siento especialmente sensible también, por lo de Noruega. Y lo relaciono todo, más el artículo del otro día de Albiac, que trajiste aquí y creo que estamos pasando un mal momento, todos, por este rincón del planeta.
ResponderEliminarAbrazos.
Yo me pregunto qué sentido tiene entrevistar a un escritor como Naipaul, que tiene una obra importante y reconocida sobre la situación política, cultural y religiosa de un buen puñado de paises, para dedicarse a sacar a colación sus trapos sucios (que cualquiera puede conocer a través de su biografía autorizada), y sus incorrectas opiniones sobre un puñado de temas manidos.
ResponderEliminarY sólo le veo uno: dejar en evidencia a un escritor que, obviamente, no comulga con el ideario del periódico en cuestión. En una palabra: sectarismo.
Cuando dices lo de ideario de El País, a mí me da qué pensar. Porque ideario, lo que se dice ideario. En principio se podría resumir de la siguiente manera: una España "progresista" respetuosa de su diversidad cultural (léase autonómica).
ResponderEliminarLos de El País, definitivamente, son unos auténticos cándidos. Piensan que respetando la pluralidad lingüística, cultural y, por lo tanto, autonómica, prestan un gran servicio al país. Yo no pongo en duda sus buenas intenciones. Pero es que lo triste es que no pasan de ahí: buenas intenciones.
Los partidos nacionalistas quieren muchas buenas intenciones como estas de El País para seguir sin desfallecer su ritmo galopante por la desestructuración del Estado.
Respetar las autonomías, en particular la vasca y la catalana, que es lo que ha pretendido siempre El País, no ha hecho más que profundizar en la desvertebración de España.
En El País nunca se han enterado, ni quizás se han querido enterar, de que los nacionalismos españoles son todo menos españoles.
Progresismo + respeto por los nacionalismos = final de la convivencia de un país llamado España
Este sería el ideario de El País. Lo curioso de esto es que luego vino Zapatero, que representa a la perfección este "ideario" y van y se enfadan y sale Cebrián con ese artículo pseudotremendista pidiendo elecciones ya.
O sea, ideario + intereses mediáticos = posicionamiento respecto del gobierno.
Y a esto le llamamos información.