Con ipad o sin él, con la última tecnología o con la más tradicional, de nuevo me alcanza el buen gusto de Hockney, su alegría, su colorido. Ver estas últimas piezas que expone en Londres me alegra la mañana, tan gris por otra parte. Cada vez le pido menos cosas al arte. Una de ellas, quizá la más importante, es que me alegre el día. Ya casi le llamo arte a cualquier cosa que me transmita un poco de alegría. Ya casi rechazo todo aquello que no lo hace y, desde luego, no lo llamo arte en ningún caso.
Después de treinta años en California el pintor regresa a su Inglaterra natal. Del eterno verano pasa a los cielos grises; de la estación única a los cambios estacionales y a la constante variación de la luz. Pero al final lo que cuenta es la mirada del artista, su sentimiento propio.
Un artista contundente y explosivo
Hola Juan Luis:
ResponderEliminarEsta entrada contrasta con la anterior y es fresca y la verdad es que estoy de acuerdo contigo: sobre todo alegría, claro que sí, que nunca está de más.
Schopenhauer siempre tuvo cierto halo de tristeza y de resignación para mí. De entre los alemanes he leido casi todo Hermann Hesse. Lo de que Hegel era un soplagaitas, probablemente que sí pero la influencia que tuvo en la idea de Estado, en Marx, eso no se lo salta un galgo.
Abrazos.
Me encantan sus nuevos cuadros desde que ha vuelto a Inglaterra. Unos árboles!!!
ResponderEliminarSaludos
El color, en estos días de invierno, es alegría... cada flor. Un almendro recortado contra el azul de un cielo despejado. Qué ganas de ver en las cunetas la primera amapola. Un abrazo
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