La gente ahora está cabreada,
incluso muy cabreada. Le echan la culpa de todo a los políticos. Los políticos
son los nuevos chivos expiatorios.
La gente ya no se acuerda de que hace cuatro
años, cuando la crisis económica ya había comenzado, le dio su voto a un político
y a un partido político que negaba la mera existencia de la crisis y, en
consecuencia, no hizo nada por combatirla. Bien al contrario, las medidas que
adoptó sirvieron para enconarla.
Y aquel político no sólo negó la
crisis sino que prometió alegremente el pleno empleo y, de esta forma, llenó
las urnas con papeletas de su color, pues muchos le votaron.
Esos muchos que no
quisieron ver son los que ahora más protestan y más se mesan los cabellos. Pero
esto nunca lo reconocerán y ahora machacan sin contemplaciones al nuevo
gobernante, el que no ha tenido más remedio que meter la tijera para evitar la
sangría que provocó aquel.
Parece ser que la gente, mucha
gente, demasiada gente, tiene la peregrina idea de que el dinero llueve del
cielo, como el maná bíblico.
Todo ello es fruto de haber convertido la política
en una religión, siendo los políticos los nuevos curas. Al igual que los curas,
cuando más demagógico era un político más le creía la gente.
Ahora, a
consecuencia de la crisis económica, esta religión también se está desmoronando
y muchos ya están pensando en ponerse a quemar conventos.
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Aquél negó la crisis, y este prometió muchísimas cosas en campaña (lo que le ganó votos, claro) y luego ha hecho exactamente lo contrario. Así que... yo no salvo a ninguno de los dos.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, tienes razón Elvira. Y ese es un problema grave: que se parecen demasiado. Sin embargo al otro no le montaban los alborotos que le montan a éste (y los que quedan). Porque áquel era mucho más demagogo que éste, en mi opinión.
ResponderEliminarBesos