lunes, 5 de noviembre de 2012

A orillas del Arlanzón. Foto-paseo por Burgos


 Pasear por el centro de una ciudad, a orillas de un río, entre arbolado frondoso y con el tráfico rodado a distancia, es un lujo que pocas ciudades permiten. Burgos es una de ellas. Lo verifico la mañana festiva de Todos los Santos. Apenas hay gente en las calles, el cielo está cubierto -cosa rara en esta ciudad castellana- y de vez en cuando se escapa una pizca de lluvia. Pese al frío el paseo resulta muy vitalizante.



El Arlanzón baja caudaloso y vivaz. La vegetación de la ribera tiene un agradable aspecto otoñal con tonos rojizos, amarillos y ocres. Los turistas, entre los que nunca faltan los japoneses, se concentran en las inmediaciones de la catedral. Antes de visitar el Museo de Burgos, al otro lado del río, entro en el Café Espolón, en un lateral del Teatro Principal. Por este veterano establecimiento han pasado celebridades como Gala, Dalí y Orson Welles, cuyas fotografías lucen en las paredes.


 
El río Arlanzón, de 115 kilómetros, es un afluente del Arlanza y pertenece a la cuenca del Duero. Nace en la sierra de la Demanda, a 2132 metros de altura. El Arlanzón cruza la ciudad de este a oeste y ofrece un buen refugio a aves acuáticas y especies vegetales. A lo largo de los siglos se han producido varias inundaciones. La que más víctimas causó tuvo lugar en 1527. Tras una copiosa nevada que paralizó la actividad urbana se produjo un rápido deshielo cuyas aguas anegaron la ciudad.


En sus orillas se han cultivado cereales como trigo, cebada y alfalfa. También se ha utilizado para la extracción de grabas. Hasta los años 50 pastaban vacas y ovejas en sus orillas y hasta los 60 abundaba la pesca de trucha, barbos y cangrejos.


  Fotos, improvisadas con un móvil, de JLS.


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