HOMBRES DE ARCILLA. En el tren a San Sebastián junto a dos señoras de edad que hablan de hombres. Para éstas dos los hombres son como arcilla que se moldea a gusto del consumidor; cuando la arcilla es de mala calidad y no se deja moldear la rechazan. Están obsesionadas con "salir" y con "bailar". Un hombre como Dios manda debe ser aficionado a salir y a bailar. Los hombres a los que les gusta quedarse en casa son abominables. Me enfrasco en mi libro. Por si acaso.
Concentración de los jueves en una esquina de la Avenida, frente a las sucursales bancarias, de preferentistas de Fagor y de Eroski. Una patrulla de la ertzaintza vigila. El líder, sentado en una silla plegable, emite una salmodia ininterrumpida en la que, por orden, increpa a los bancos, a los políticos y finalmente, a los periodistas. Repite una y otra vez las consignas. Es exhaustivo. Una señora dice a mi lado que tiene razón. Apostaría a que sí.
Más adelante una concentración frente al palacio foral, de gente que trabaja con menores marginados y violentos.
Mañanita completa.
EN BAYONA. Para cambiar el parabrisas del coche. Por una vez paga el seguro. Mientras lo reparan me doy un paseo hasta el centro. Paso junto al monumento a los "caídos por la patria" en las dos guerras mundiales. Bastantes más en la primera que en la segunda. Hay una emotiva placa de recuerdo a los voluntarios españoles que combatieron en la segunda.
Luego busco la macrolibrería de Virgin, pero ha desaparecido. En su lugar hay un supermercado. Francia no es ninguna excepción. Deambulo por el barrio que hay al otro lado del Adour. Finalmente entro en un "bouquiniste", muy ordenada, contra lo que suele ser habitual en este ramo.
Con buen tiempo y dinero en el bolsillo qué agradables son estas ciudades francesas –se entiende que el centro; las periferias son todas igual de horribles.
(Diario, feb.15)
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