Los domingos y festivos, huyendo de las aglomeraciones de Hendaya y por cambiar de escenario, suelo dar un paseo por Irún. Al fin y al cabo soy irunés.
Este de hoy es uno de mis recorridos. Discurre por el camino peatonalizado junto a la orilla del río y frente a las islas de la desembocadura del Bidasoa. Una amplia zona de huertas da paso a elevadas edificaciones.
Al fondo se divisa el monte San Marcial, emblemático para los iruneses, además de las Peñas de Aya, no menos significativas. Los hortelanos, como puede verse, utilizan todo tipo de envases para recoger el agua de la lluvia.
Apenas media hora de paseo con la incertidumbre de que se cierre aún más el cielo y caiga un chaparrón de los buenos. Hay una luz oscura y misteriosa que, de pronto, sufre una mutación y resplandece durante un par de minutos: el sol se ha colado entre la espesura nubosa.
Estas alternancias lumínicas, tan habituales en la primavera bidasotarra, tienen encanto y emoción. Al final no cae una gota.
Irún, ab. 09
No hay comentarios:
Publicar un comentario