Quinientos metros adelante, cuando estoy en medio de una rotonda, otra vespita, conducida en esta ocasión por un esmirriado mozalbete, me obliga a frenar bruscamente porque el susodicho no ha respetado el ceda el paso. Le recrimino al doncel su inconsciencia (o su prepotencia, vete a saber) –esta vez con algo más que gestos, debo confesar-, detengo el vehículo para que pase y escucho los epítetos que me dedica la criatura mientras le mete gas a su ciclomotor. Con la otra mano me hace el “doigt d´honneur”.
A continuación, y durante un buen rato, tengo pensamientos muy pesimistas.
Canción de cuna para el mutante. Fernando Castro Flórez.
"...el mutante solitario... exponente del santoral neo-Barroco... el encanto frankenstiniano de Michael Jackson..."