viernes, 24 de febrero de 2023

Por fin, la lluvia

 

En los lodos del Bidasoa se alimentan las aves limícolas. El monte Jaizquibel, al fondo; tras él, el mar.

Tras semanas de sequía, ha lloviznado toda la mañana. La tierra y la vegetación deben estar contentas. He aprovechado un rato perdido para deambular por la orilla del Bidasoa. Me gusta andar por este camino cuando no está concurrido. El cielo está gris; las montañas, brumosas. Apenas me he cruzado con un par de paseantes. Es la hora de la bajamar; el río muestra sus fondos lodosos. A la vista del relieve accidentado del cauce me pregunto cómo hacen los piraguistas para no encallar. Supongo que aprovechan las pleamares para practicar su afición. Las mimosas que viven en los bordes de la isla todavía no han florecido. Este año la floración de las mimosas viene muy retrasada. Será por la sequía, digo yo. Otros años por esta época me venía por aquí expresamente a fotografiarlas. Este año no tengo demasiadas ganas. Creo que ya he agotado el tema, o me he vuelto más perezoso. Hay muchos mirlos. Aprovechan la tranquilidad y la humedad para alimentarse; muchos gusanos, caracoles y babosas se dejan ver cuando llueve. En los lodos del cauce abundan las gaviotas, los patos, las garcetas… Pero, no puedo entretenerme mucho, y hace un poco de frío. Vuelvo por donde he venido.

La garceta

en un vuelo

salta de un país

a otro.

Qué le importa

un gusano español

o uno francés.


Irún desde la orilla francesa. Las mimosas aún no han florecido.

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