jueves, 17 de enero de 2013

De librerías en Madrid


Durante mi última escapada a la capital he visitado algunas librerías. No conozco demasiado las librerías de Madrid y algunas de ellas me he limitado a fotografiarlas según me salían al paso. En la que más tiempo he pasado ha sido en la nueva La Central de Callao, un edificio antiguo vaciado y rehabilitado, literalmente forrado de libros. En la planta baja hay un café amplio, rústico y agradable.

Lo que más me ha admirado de esta librería ha sido la selección de las obras. Se nota enseguida que detrás de la exposición de libros hay una o varias cabezas que saben de qué va esto, que tienen un criterio. Esto es muy raro en España, al menos en lo que yo conozco.

La FNAC de Madrid tiende más al gran almacén. A otras grandes librerías les ocurre lo mismo. Se va a resentir mucho esta última con la implantación de La Central.

La gente que compra libros quiere calidad. Esto parece que muchas empresas no lo entienden, o no les interesa, o se conforman con el cliente que sólo busca literatura comercial. Ocurre lo mismo con la prensa. O se va a la especialización o se ofrece calidad. Hay demasiada basura en los medios culturales. Las empresas están minusvalorando al personal culto que lo hay.

Para mí una librería tiene que tener un criterio, se tiene que notar que detrás hay alguien que conoce, que sabe, que ha leído. En la Central encontré cosas que buscaba hace tiempo y que no encontraba en ningún lado. La vida de Henry Brulard, de Sthendal; el Journal del mismo autor; el Diario personal de Léautaud, artículos de Baroja, entre otras obras. Ahí estaban, esperándome.

La librería Gaudí, en la calle Argensola, que no visitaba hace años, sigue en su sitio. Especializada en arte, historia militar, ferrocarriles, arquitectura. Algunos álbumes encontré: dos de Whistler, otro de Sisley.

Otros lugares que siempre miro son los vilipendiados VIPs, ideales para presupuestos ajustados y aficionados a los bellos libros que dice los franceses. Libros grandes, ilustrados, que no agotan el tema, ni se caracterizan por su criterio selectivo, pero que son bonitos, al menos para mí.

Para entretener un rato perdido me metí en el Topbooks situado al final de Fuencarral. Qué flojo. Tenía otra idea de esta marca. Casualmente a esa hora venía el cantante Loquillo a firmar ejemplares de no sé qué libro que ha publicado. Había dos o tres en la cola con caras expectantes. Me dio un poco de pena tanto papanatismo. El artista entró por la puerta con su sombrero, su gabán negro entallado y su pantalón gris muy planchado. Es un tipo alto y estirado. Enseguida acaparó todas las miradas. El hacía como que no se daba cuenta y le señalaba algún libro al que iba con él, que debía ser su representante y se ocupaba de los pormenores de la estrella.

El libro antiguo cae fuera de mis intereses y de mis posibilidades. En la cuesta de Moyano, que visito el último día, me decanto por los libros de ocasión, apenas un par de álbumes, uno de mi admirado Corot y otro de Baudin. Poca cosa porque ya vengo muy cargado de papel. Es lo malo de los libros, que pesan una barbaridad.

Al paso tomo algunas fotografías de comercios del libro. Algunas parecen cerradas, otras son históricas, aunque me falta tiempo para visitarlas, otras surgen en cualquier esquina. No parece que el gremio pase por un buen momento, como corresponde a la crisis que vivimos, pero también se advierte abundante ramplonería, tanto entre libreros como entre editores, que será necesario superar y que, por supuesto tendrá, ya está teniendo, un coste. Como todo.

 La cuesta de Moyano
 En el mármol de la derecha se lee que en esta casa murió José Zorrilla, el 23 de enero de 1890.


 En un rincón de la calle Arenal

Fotos JLS.


2 comentarios:

  1. Interesantes referencias, aunque no sé si tomar nota de ellas, porque la próxima vez que vaya a Madrid, seguro que esos locales han cambiado de actividad.

    La violenta ferocidad de las grandes ciudades me causa más temor que fascinación.

    Un saludo.

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  2. A mi me sorprendió encontrar abierta la librería Gaudí, después de años sin visitarla. Está muy especializada y eso resulta imprescindible hoy.
    Lamentablemente la ferocidad no es exclusiva de las grandes ciudades.
    Saludos Glo.

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