viernes, 4 de marzo de 2016

Repelente victimismo


El victimismo me repele en general pero el victimismo en política me da asco. En la sesión de investidura, que en realidad no fue una sesión de investidura sino un plató televisivo para el lucimiento de nuestro elenco de actores políticos, el presidente del Gobierno en funciones pronunció un discurso plagado de ironía y sarcasmo. En mi opinión con toda legitimidad en vista de las circunstancias. Pues bien, la reacción del candidato socialista –que semanas atrás no tuvo el menor inconveniente en insultar a su rival en pleno debate televisivo- fue la de salir a quejarse porque consideraba que su partido había sido insultado. Es falso. No hubo insultos. Hubo ironía y sarcasmo, pero no insultos.

Si en un Parlamento democrático no puede utilizarse la ironía y el sarcasmo apaga y vámonos. Volvamos entonces a las asambleas de paraninfo y de barrio donde el grupito de ayatolas políticos y matoncillos variopintos impone su ley. Habla muy alto sobre el nivel intelectual de una persona su incapacidad para diferenciar la ironía del insulto. Pero todavía habla más alto el que se utilice semejante incompetencia semántica para acogerse al lamentable y populachero recurso del victimismo.

Acabo de leer que el líder de Podemos ha denunciado que, en su opinión, el PSOE “ha amenazado a los alcaldes del cambio”, es decir, a sus alcaldes, los de Podemos. Más victimismo. No hay amenaza alguna. Lo que hay es un pacto político que, como tal, puede ser cambiado cuando lo estime alguna de las partes. Son las reglas del juego. Nada más. Si el PSOE ha permitido que importantes ciudades españolas sean gobernadas por Podemos, nada más natural que haga valer este pacto para solicitar su apoyo en las actuales circunstancias.

Cuando haces un escrache (lo que siempre se ha llamado acoso y coacción) resulta que estás ejerciendo un derecho. Cuando el escrache te lo hacen a ti es fascismo. Cuando ironizas sobre alguien estás ejerciendo tu libertad de expresión. Cuando las ironías caen sobre ti dices que te insultan.

Las reglas del juego hay que respetarlas. De lo contrario no hay posibilidad alguna de convivencia.



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