Ruinas de la explotación minera
La mañana se anuncia calurosa así que elijo caminar por el bosque, a la sombra de pinos,
castaños y robles. Para ello me adentro en el parque natural de Peñas de Aya,
desde la antigua zona minera de Arditurri, en Oyarzun, donde está el centro de
interpretación del parque. Utilizo el PR-Gi-1009, que no llega a los 8
kilómetros.
Un remanso del arroyo Arditurri
Es un recorrido bien diseñado que comienza por
una subida prolongada pero llevadera, en compañía del arroyo Arditurri, cuyo
rumor no deja de sonar en su descenso. Aquí y allá aparecen ruinas de
edificaciones relacionadas con la explotación de las minas. Estas –ahora en
desuso- ya fueron explotadas desde la época de los romanos. También se
identifican algunas bocas de antiguas perforaciones.
Una boca de mina junto al camino
Hoy el bosque -quizá por el calor-, está
bastante silencioso. Apenas se escucha algún pájaro lejano y el zumbido de
moscas en los tramos soleados. En el cielo azul se deja oir el motor de una
avioneta.
La borda Unaileku
Dejo a un lado la borda Unaileku y continúo
en suave ascensión hasta que, cuando ya empezaba a añorarlas, diviso unas
hermosas pero lejanas vistas sobre San Sebastián, la isla de Santa Clara, el
Urgull…
San Sebastián, la isla de Santa Clara, el monte Urgullu
Antes de alcanzar la carretera a Lesaca
contemplo entre árboles a un pequeño grupo de caballos que pacen tranquilos y a
la sombra. Ya ha comenzado el descenso. A medida que me desplazo el perfil de
las Peñas de Aya va cambiando y se hace más abrupto. Los que nos hemos criado a
la sombra de esta montaña nos recreamos mucho con su imagen cambiante según el
lugar de la contemplación. Yo le tengo mucha afición a este juego.
El camino se ensancha
La bajada, por una senda que se estrecha, es
bastante pronunciada. En un rato se alcanza la carretera que conduce al centro
de interpretación y luego, por los pequeños túneles del camino para bicis, en
poco más de un kilómetro alcanzo el parking.
El perfil granítico de las Peñas de Aya, desde tierra adentro
Pero antes me detengo un rato en la ribera,
donde el Arditurri traza una curva, para descansar a la sombra, comer algo y
contemplar el vuelo caprichoso de las mariposas.