domingo, 30 de diciembre de 2007
Patrice Leconte, La viuda de Saint-Pierre
Hacía meses que no veía una película. Ahora, gracias a un artilugio que graba de la televisión y que acabo de adquirir, he recuperado el placer del cine. Estoy encantado, aunque sea en detrimento, al menos por ahora, del tiempo que dedicaba a la lectura.
La viuda de Saint-Pierre (1999), del francés Patrice Leconte, es una impresionante película llevada con mano firme y exquisita; interpretada por dos actores de quitarse el sombrero: Juliette Binoche y Daniel Auteuil. Sin que Emil Kusturika –también conocido como director de cine- desmerezca.
Se desarrolla en la colonia francesa de Saint-Pierre et Miquelon (una isla junto a Terranova que Glo sacó en un post hace unos días), hacia 1849, en tiempos de la Segunda República.
Se nos plantea aquí un inquietante dilema moral: el de un hombre que antepone su deber militar al amor de su esposa y el de ésta, enamorada de su marido, pero que opta por seguir el dictado de su propia conciencia, en un caso de pena de muerte, a sabiendas de que ello puede ser fatal para su amado.
El personaje de Daniel Auteuil, el militar, es impresionante, su fatalismo estremece. Como estremece el amor que siente por su mujer. Un amor por encima de los convencionalismos de la pequeña colonia, un amor por encima del deber, un amor por encima de todo. El sometimiento voluntario e inexorable a la vida y sus circunstancias. Sin quejas, sin excusas. El fatalismo. El amor como una religión.
La viuda es el nombre popular con que se conoce a la guillotina en Francia. El cine francés, una vez más, demuestra en esta maravillosa película que goza de excelente salud.