martes, 24 de noviembre de 2015

ISABEL DE OSORIO Y EL PALACIO DE SALDAÑUELA

El patio, con arcos y columnas que se repiten en todo el edificio

A pocos kilómetros de Burgos, junto a la carretera de Soria, se levanta el palacio de Saldañuela. Cada vez que pasaba por el lugar me llamaba la atención la mera existencia de un edificio tan elegante y sugestivo enclavado en la meseta castellana. Hace unos días he tenido la oportunidad de visitarlo –es propiedad de la Fundación Caja Burgos- y mi admiración por esta obra renacentista del siglo XVI, de inspiración italiana, ha crecido.

El palacio fue levantado por Isabel de Osorio, dama de la corte y una de las primeras amantes de Felipe II. Esta mujer era descendiente de Pablo de Santa María, un poeta y erudito hispanojudío que fue rabino mayor de Burgos y, tras convertirse al catolicismo, alcanzó el arzobispado. La figura de Isabel de Osorio ha hecho correr mucha tinta -hay una novela sobre ella escrita por Mari Pau Domínguez- pero son escasos los datos históricos que se tienen.

La fachada sur, con la doble galería

La fuente del patio
Es probable que haya una relación entre el rey Felipe II y la construcción de este bello edificio. Isabel de Osorio adquiere –sin duda con la colaboración de su entonces amante- un Señorío sobre media docena de pueblos de la zona. En el lote iban los terrenos de Saldañuela donde entonces existía una torre almenada desde cien años atrás.

En 1562 comienza a levantarse el palacio, adosado a la torre. Cabe la posibilidad de que el arquitecto Juan Vallejo redactara los planos.
Pero Isabel de Osorio no debía ser mujer dada a la confraternización con el pueblo y al adquirir las propiedades, suprimió los derechos de paso, pastoreo, pesca y caza. Esto, y su rigurosa aplicación –habilitó una cárcel en los bajos del torreón- la volvieron muy impopular. La belicosa dama se enfrentó también con el cabildo burgalés. Mal asunto. El pueblo, que siempre se toma la revancha aunque sea semánticamente, empezó a llamarla “la puta del rey”. Así durante siglos.

La señora, tal vez para congraciarse, tal vez para dejar claro quién ostentaba el mando, tal vez para las dos cosas, levantó un monasterio de monjas trinitarias a poca distancia de su propiedad, en la localidad de Sarracín. En la capilla del mismo está enterrada, junto a su sobrino Pedro, al que dejó toda su herencia, que fue muy nutrida, pues la altiva parece que dedicó su existencia a añorar a Felipe y a juntar dinero y joyas. 

La fachada norte, entrada actual

El retablo que adorna la capilla
El monasterio desapareció. En la actualidad sólo queda la capilla -denominada del Santo Cristo de las Buenas Tempestades-, que se encuentra enclavada en una urbanización de chalets que se llama El Convento. En la portada de la capilla luce el escudo de la Osorio, un rombo sostenido por dos leones en cuyo interior se ven dos lobos rampantes. La mitad del escudo está vacía porque Isabel nunca llegó a casarse. Hay también un reloj de sol. Parece que la dama tenía gran afición a los relojes de sol. En el palacio se conservan cuatro.

El palacio de Saldañuela se mantuvo en manos de los Osorio hasta finales del XVII. En 1788 sufrió el consabido incendio y a partir de ahí ya no levantó cabeza -incluida la desamortización de Mendizábal-, hasta mediados del siglo pasado, cuando fue adquirido por Caja de Burgos.

Puerta y ventana al oeste
Mi guía en esta visita, el administrador Enrique Ballesteros, me cuenta que las ruinas del palacio fueron destinadas al noble uso de establo de ovejas hasta que se acometió la restauración definitiva, que comenzó en 1992, dirigida por el arquitecto Pablo Puente Aparicio. La obra fue cara, unos 200 millones de pesetas, pero el resultado ha sido excelente. En la actualidad se destina a centro de estudios y formación y celebración de eventos –bodas incluidas.

La capilla donde está enterrada Isabel de Osorio, en Sarracín
La fachada principal, orientada al sur, con una galería de doble planta sostenida por gráciles columnas, es un prodigio de ritmo y elegancia. La fachada norte, que hoy constituye el acceso principal, también es porticada. Todos los detalles decorativos en fachadas, puertas y ventanas, son sencillos y refinados. Hacen honor al buen gusto que caracteriza todo el edificio. Las columnas y arcos se repiten en tres de los cuatro lados del patio. En el cuarto hay una fuente recogida en una hornacina. La escalera, en cuatro tramos, carece de elementos decorativos, pero no de majestuosidad. Dicen que por ella subía Felipe II a caballo, inflamado de pasión por su bella amante que le esperaba en el dormitorio principal.

Las visitas se realizan los viernes por la mañana. Es necesario concertar una cita telefónica en el 947404005.