Os ahorro las siniestras y horripilantes imágenes de sus despojos. Este retrato, del que es autor fray Juan de la Miseria, es el único que se le hizo en vida. A la santa no le gustó demasiado, pero yo la veo atractiva.
Blog del escritor Juan Luis Seisdedos. --Aquí hay de todo. Si estás interesado deberías dirigirte al Índice. --Por arte de birlibirloque algunas fotos han desaparecido. Habría que preguntarle a Google. Yo lo he intentado, pero no contesta.
sábado, 24 de mayo de 2025
El horror
Os ahorro las siniestras y horripilantes imágenes de sus despojos. Este retrato, del que es autor fray Juan de la Miseria, es el único que se le hizo en vida. A la santa no le gustó demasiado, pero yo la veo atractiva.
miércoles, 29 de mayo de 2024
El castillo de diamante
No conozco en profundidad la literatura española contemporánea, pero dudo de que haya alguna prosa que llegue a la altura de la que practica Juan Manuel de Prada. Tiene tanta calidad que no parece de hoy, sino de tiempos pasados. A mi me gusta, aunque me cansa. También es verdad que soy un mal lector de novela. Hace ya tiempo que la novela me interesa poco. Ya tengo una edad y la novela es más bien un asunto de juventud o, como mucho, del comienzo de la madurez. Lo que no quita que haya algunas, pocas, novelas interesantes que deben ser leídas a cualquier edad. El castillo de diamante no es una de ellas, salvo para los interesados en la figura de Santa Teresa de Jesús, entre los que me encuentro.
De Prada escribe maravillosamente pero tiene un par de defectos que lo hacen fatigoso. Uno es la prolijidad, su tendencia a la desmesura. Sus novelas son demasiado largas y, en consecuencia, requieren mucho tiempo por delante y hoy, es sabido, el tiempo es un bien escaso. El otro es su barroquismo. El barroquismo está bien como fenómeno histórico, pero hoy es más bien pasto de eruditos.
La novela en cuestión trata sobre las relaciones entre Teresa de Jesús, carmelita que fundó 16 conventos, y la poderosa e intrigante aristócrata Ana de Mendoza, princesa de Eboli, tuerta y gran seductora. Ana estaba casada con el príncipe portugués Ruy Gómez da Silva, personaje muy influyente en la corte del rey Felipe II. De Prada las hace coincidir en Toledo, con motivo de la visita que Teresa se ve obligada a realizar a la devota aristócrata Luisa de la Cerda, con el objetivo de consolarla tras su reciente viudez. Al principio ambas mujeres. pese a sus diferencias sociales y religiosas, tienen una buena relación. Ana está muy interesada en el movimiento de los alumbrados (que pronto fue declarado herético) y encuentra que Teresa bien podía haber sido uno de ellos. En realidad lo que le gustaría a Ana es ser Teresa, disfrutar de su apasionada relación con Nuestro Señor, pero sin renunciar a ninguno de sus privilegios ni, menos aún, a su forma de vida. Parece un caso claro de envidia espiritual. Dejándose llevar por ella la de Eboli intriga para que Teresa no pueda fundar en Toledo, pero Teresa es mujer de mucho carácter y consigue llevar a buen fin la fundación de su nuevo palomarcito pese a las malas artes de la aristócrata. En vista de ellos, años más tarde, Ana se empecina en que la de Avila funde en sus dominios de Pastrana (Guadalajara) y arrastra hasta allí a la monja andariega. Esta, a regañadientes, lleva a cabo la fundación y se vuelve a La Encarnación de Avila, donde muy a su pesar ejerce de abadesa. Sin embargo la de Eboli se empeña en mangonear el convento pastranero y lo lleva a una situación incompatible con el espíritu de las carmelitas descalzas. Teresa se ve obligada a organizar una operación de rescate de sus monjas, las saca del convento y se enfrenta a la bella tuerta.
La novela, como es natural en el género, se permite algunas licencias históricas de menor importancia y refleja bien el espíritu de la época, una época en la que la religión no era asunto baladí. Quizá acierta más con el personaje de la princesa que con el de Teresa. Hay otros personajes secundarios que también están muy logrados. en especial Juan Escobedo, secretario de Felipe II, y el consorte de la princesa Ruy Gómez da Silva, un hombre bondadoso, diplomático y muy enamorado de su mujer. La obra se cierra con una noticia histórica sobre el destino de Escobedo y el de Ana de Mendoza. Con Felipe II, pocas bromas.
viernes, 28 de abril de 2023
Teresa y Sísifo
Me interesa, me irrita, me hastía, me vuelve a interesar.
640 páginas. Voy por la 393. Las 60 últimas son notas e ilustraciones. No me queda tanto.
Cuando se pone muy cargante con la jerga psicoanalítica me salto una o dos páginas. Pero sospecho que no voy a sacar demasiado en claro. En realidad no tengo demasiada fe en el psicoanálisis. Sólo tengo curiosidad.
Las contradicciones de la vida de esta mujer del siglo XVI son obvias. Una monja que desea enclaustrarse de por vida, a semejanza del aislamiento que impone a sus pupilas en los monasterios reformados que fundó, pero que se pasa media vida en los caminos, viajando de una ciudad a otra, en carretas entoldadas (para mantener la clausura), sufriendo todo tipo de incomodidades.
Una amante de la soledad que se codeó con docenas de confesores, teólogos, reformadores, místicos, obispos, escritores, aristócratas, gobernantes, inquisidores.
Una contemplativa que pasaba horas y más horas escribiendo, una mujer-pluma.
A veces me digo: no pierdas más tiempo leyendo sobre Teresa de Jesús. Mejor sigue leyéndola a ella. Pero, como buen adicto, tengo la manía de intentar agotar el tema.
De la Kristeva no había leído nada. Ha llegado a este libro como suele suceder, a través de otro libro: Teresa de Jesús, de Olvido García Valdés (Ed. Omega, 2001)
Esta cita suya: “Ah, los hombres… desde que se han convertido en el sexo débil.”
–Pero la mayoría no lo saben, Kristeva.
–Ya se irán enterando… las mujeres somos delicadas.
domingo, 29 de enero de 2023
Una aproximación fallida a Teresa de Jesús
En 1931, a los 30 años de edad, Ramón J. Sender publicó esta novela, El Verbo se hizo sexo. Teresa de Jesús. Para entonces Sender, pese a su juventud, ya era un escritor conocido gracias a que había publicado varias novelas además de abundantes colaboraciones en la prensa. La novela, según parece, tuvo bastante éxito, habida cuenta que, ese mismo año, conoció una segunda edición. No es descartable que, buena parte de ese éxito proceda del propio título, entre freudiano, evangélico e irreverente. Sender, con buen criterio, no sólo no volvió a reeditarla sino que tampoco la incluyó en sus Obras Completas, que publicó Destino entre 1976 y 1981. Sin embargo, su interés por Teresa de Jesús le llevó a publicar, en 1967 sus Tres novelas teresianas, de mucho mayor interés que la obra que comento y que ahora ha sido reeditada (Editorial Contraseña), precedida por un prólogo de la escritora punk (?) Cristina Morales.
El Verbo se hizo sexo es un libro verboso, prolijo, disperso y bastante divagatorio. El estilo de Sender aún no está maduro y sufre todavía la excesiva influencia de su admirado Valle-Inclán. En esto se diferencia notablemente de las Tres novelas teresianas, que es una obra mucho más concreta, concisa y personal. Aquí, en el Verbo, tenemos pinceladas sobre la época, la familia, el entorno político y religioso, la decisiva influencia del catolicismo, la irrupción del luteranismo, la Inquisición… Pero todo lo que se refiere al caso Teresa de Jesús, su misticismo, su carácter, sus relaciones personales y místicas está presidido por la confusión, es un galimatías con excesiva tendencia a la elucubración literaria.Hay un momento es el libro, cuando Sender apunta a un posible enamoramiento de la novicia Teresa –durante su estancia en el convento de La Encarnación– hacia la también novicia Andrea, en el que la prosa parece elevarse y el argumento podría dar un giro interesante, aunque novelesco. “Cautivaban a Teresa la gracia juvenil, la espléndida belleza y el donaire de su compañera. A veces, solo podía seguir soportando la angustia del claustro por Andrea, que le daba una categoría brillante, humana y armoniosa.” Teresa contempla a su compañera Andrea en oración y se admira de su belleza y serenidad. “Andrea alegre, sana, bella, disfrutaba de un placer desconocido en ese instante de oración.” “Recordaba que había besado en dos o tres ocasiones a Andrea, ninguna de ellas sin turbación.”
Desconozco si Andrea es un personaje inventado o aparece por algún lado en la obra literaria de Teresa. Pero desde el punto de vista novelesco es quizá el mejor momento de la novela. Sin embargo, una vez apuntado ese “enamoramiento” Andrea desaparece de la escena.
Toda la obra fundadora de Teresa puede tener su origen en esta pulsión secreta. Es claro que, por principio, todos los amores de la santa son platónicos y tan sólo en relación a su enamoramiento de Jesucristo, se produce una relación mística que se expresa en la obra literaria en términos muy próximos a lo erótico cuando no a la sexual. Tal vez un novelista podría permitirse la licencia de dar cuerpo a ese amor idealizado por Andrea, y su repercusión en la fundación de una serie de clausuras donde conviven mujeres de diferentes edades y condición social. Pero, desde luego, no es la vía seguida por Sender, pese al título que preside esta novela fallida.
En el prólogo de Cristina Morales se pretende inscribir a Teresa en un supuesto movimiento literario punk en el que la santa sería “matriz y matriarca”. Formarían parte de “esta noble tradición artística y filosófica del punk “gentes como el Arcipreste de Hita, Quevedo, Samaniego, por citar a los precursores. La lista prosigue con los cuplés, María Jiménez (la cantante), Céline, José María Fonollosa, Roberto Bolaño, etc. A mí, que generacionalmente he asistido al nacimiento de la música punk (en mi opinión excesivamente ruidosa) se me escapa, debido a mi ignorancia sin duda, qué pueda ser esto de la literatura o escritura punk. Habrá que esperar a que Cristina Morales nos ilustre al respecto.
jueves, 26 de marzo de 2020
Perros, pandemia, mascarillas y fundaciones teresianas
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viernes, 14 de septiembre de 2018
Juan de la Cruz, el pájaro solitario
Todo un personaje este pequeño y enjuto fraile, caminador impenitente, amante de la soledad y del desierto, exigente consigo mismo, rebelde hasta la exasperación de sus propios hermanos, amigo y estrecho colaborador de Teresa de Jesús (con quien, sin embargo, no llegó a entenderse del todo).
domingo, 2 de septiembre de 2018
Una visita a la última fundación de Teresa de Jesús

El convento de San José y Santa Ana está situado en la orilla izquierda del Arlanzón, en la entrada de la ciudad. El guía me recibe en la puerta de la iglesia. Sin demora iniciamos la visita. Soy el único visitante. Ya casi estoy acostumbrado a ser el único visitante en cuanto me salgo de los circuitos culturales al uso.
viernes, 5 de marzo de 2010
En el mausoleo de San Juan de la Cruz
A los pies del casco histórico de Segovia, junto al río Eresma, se encuentra el convento de los Carmelitas Descalzos, fundado por San Juan de la Cruz. En la iglesia puede verse el mausoleo donde reposan una parte de los restos mortales del santo. Fueron instalados en este monumento a raíz de su canonización. Con anterioridad se encontraban en un modesto nicho excavado en el suelo de la iglesia. Todavía puede verse el lugar exacto.
Una placa conmemorativa nos recuerda que aquí estuvo de visita el Papa Juan Pablo II. Contemplando la tumba me viene a la cabeza la idea de que el fundador de los Descalzos se sentiría muy incómodo ante semejante grandilocuencia funeraria, una grandeur que me recuerda los sepulcros reales que pueden verse en El Escorial o, más cerca aún, en el Palacio de la Granja segoviano.
En el nuevo claustro del antiguo convento, un espacio que recibe una luz intensa y deliciosa, pese a que la mañana ha salido nublada, hay una colección de plantas que es un regalo y una talla del místico castellano en la que puede leerse esta conocida sentencia: “Donde no hay Amor, pon Amor, y sacarás Amor”.
La máxima, que constituye una síntesis perfecta del mensaje evangélico, me enfrenta, una vez más, a las raíces de la vida monástica en general y a la vida de clausura en particular. ¿Se puede amar al mundo y, en consecuencia, a los seres humanos, desde el aislamiento y la distancia insalvables de una celda eremítica o conventual? ¿Se puede repudiar al mundo sin hacerlo a la vez con los hombres? ¿Uno se retira del mundo por amor?
Justo detrás de la efigie, cuelga de la pared una fotografía de Santa Teresita del Niño Jesús (o de Lisieux) en la que puede leerse: “La verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos del prójimo, en no extrañar sus debilidades, en edificarse con sus menores virtudes”.
Las citas, con toda su innegable hermosura, refuerzan mi vieja convicción de que el cristianismo es una utopía y de que todas las utopías, no sólo son inhumanas sino que constituyen un peligro para la libertad y la dignidad de las personas. Pedir amor, al menos en abstracto, es pedir demasiado. Bastaría con predicar el respeto.
Cuando se exige mucho se cumple poco, porque, a fin de cuentas, parafraseando a R. Carver, ¿de qué hablamos cuando hablamos del amor?
jueves, 15 de octubre de 2009
Nada te turbe
jueves, 22 de noviembre de 2007
Teresiana
martes, 6 de noviembre de 2007
Francisco de Mora, arquitectura carmelitana


“Los lectores de santa Teresa saben la importancia que tuvo este pequeño oasis de San José en la vida de la santa, en sus reformas religiosas y en la elaboración misma de su pensamiento místico. Todo ello se respira aún viendo los muros y adivinando el despojado recogimiento de la clausura, tras de los tapiales.
El arquitecto Francisco de Mora –el herreriano- quiso engrandecer el recuerdo, tan reciente aún, de la santa de su devoción y se pudo manos a la obra por su propia cuenta y mendigando ayudas y limosnas para llevarla a puerto.
El templo crea el modelo carmelita, clasicista, que se repetirá durante todo el siglo XVII y todo el XVIII en las construcciones de la Orden: un pórtico de tres arcos abajo, la hornacina de San José bajo frontón triangular con remate de bolas en el cuerpo medio y el mismo frontón ampliado y rematado por una cruz en la parte superior.”
Dionisio Ridruejo, Castilla la Vieja; Avila.
1.11.07