
Dieciocho años antes de la Revolución francesa, el joven Werther emite esta frase que ha pasado a los anales literarios: “Cada día me convenzo más de lo estúpido que es querer juzgar a los demás”. Ello no es obstáculo para que, acto seguido, manifieste su irritación sobre “las miserables distinciones sociales”. Pero, cuidado, este es un terreno pantanoso. Matiza a renglón seguido: “Sé, como cualquiera, cuán necesaria es la diferencia de clases, y conozco sus ventajas, de las que yo mismo me aprovecho.”
Pero, finalmente, el Werther filósofo pone las cosas en su sitio: “¡Necios! No ven que el lugar no significa nada, y que el que ocupa el primer puesto hace muy pocas veces el primer papel. ¡Cuántos reyes están gobernados por sus ministros! ¡Cuántos ministros por sus secretarios!"
Y ¿quién es el primero?, se pregunta a continuación. Su respuesta no deja de ser inquietante: “Aquel cuyo ingenio domina al de los demás, y por su carácter y su destreza convierte las fuerzas y las pasiones ajenas en instrumentos de sus deseos”.
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Y con esa frase final nos adentramos en Maquiavelo.
ResponderEliminarVoy subiendo...
Gracias Mertxe por partida doble: por los comentarios y por tu reseña del Werther, que me lo descubrió. Un abrazo
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