domingo, 11 de octubre de 2009

Paseo otoñal






1. La cima del Jaizkibel. 2. Patos y gaviotas en el río. 3. El Bidasoa oculto por la vegetación. 4. El polígono 54 en Irún.




5 y 6. El Bidasoa durante la bajamar. Al fondo el Jaizkibel. 7. Gaviota reidora.

Hacía tiempo que no salía de paseo con mi cámara de fotos. Durante una larga temporada he estado tirando con la cámara del teléfono. Los días excesivamente luminosos del verano no me gustan para las fotos y, además, desde que he descubierto que tiene un defecto de fábrica, la tengo un poco abandonada. Pero esta mañana, pese al riesgo de lluvia, me la he echado al bolsillo.

Los sábados, por buscar la tranquilidad, suelo evitar el paseo de la playa. Me he ido a la orilla del Bidasoa, por el carril para bicis que pasa junto a la isla de los Faisanes. Pero antes, de camino, me he dado una vuelta por la zona industrial de los Juncales, que los sábados es un desierto, porque la mayoría de las empresas cierran sus puertas.

Ha habido suerte. Apenas me he cruzado con media docena de corredores y algún ciclista. Como de costumbre he buscado las cumbres de la comarca, pero he tenido que conformarme con la del Jaizkibel, ligeramente cubierta por nubes bajas. La otra, la de las Peñas de Aya, permanecía oculta por la nubosidad. No se veía ni un resquicio.

La verdad es que me he entretenido tanto con las fotos y con las aves que se dejaban ver durante la bajamar que apenas he caminado. Pese al cielo cubierto y oscuro, no ha caído una gota, lo que he agradecido pues no llevaba paraguas. Me acompañaba mi perro Tobías, a quien le estoy enseñando a quedarse quieto mientras disparo una foto. Parece que, de vez en cuando, me hace un poco de caso.

En la orilla española se escuchaba un considerable ajetreo musical, procedente de una charanga. Deben ser las fiestas del barrio ribereño, el Polígono 54. Luego ha cesado y ya sólo se oían los gritos de las gaviotas que andaban esta mañana muy alborotadas y pendencieras. La salida del tubo del vertedero estaba muy concurrida, por gaviotas y por corrocones que se disputaban los desechos. La gaviota reidora, la más común por estas tierras, es pequeña, nerviosa y muy bella. Tiene el plumaje blanco y gris perla, con las puntas de las alas negras. Hay otra más grande, con el plumaje leonado, pero sólo he visto un ejemplar. He visto también unos cuantos vuelvepiedras –muy discretos-, un par de garcillas comunes –también muy hermosas y algo agresivas-, y media docena de patos. La marisma estaba bastante concurrida.

Para cuando he querido darme cuenta ya era la hora de comer.

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