Algunos dirigentes socialistas, después de treinta años viajando en coche oficial, se han visto obligados a bajarse -por esos incordiantes asuntos electorales-, y se han arrojado directamente a las barricadas. Un estilo para cuando están en el poder y otro para cuando toca oposición.
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Santamaría dice que se abstendrá cuando el gobierno del que forma parte se ocupe de algún asunto relacionado con Telefónica. Si cada uno de los miembros del gobierno se ve obligado a hacer lo mismo –y al paso que vamos no sería extraño que así ocurriera- llegará un momento en el que no habrá gobierno. ¿No sería mejor que Santamaría salga del gobierno? Se evitaría el bochorno de tener que abandonar el Consejo cuando se trate de algo relacionado con “la empresa en que trabaja mi marido”.
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Entre la campaña electoral para las elecciones andaluzas (y asturianas) y los preparativos para la huelga general se están desbordando todos los índices cautelares para la prevención de la demagogia. Habría que delimitar también la diferencia entre la demagogia propiamente dicha, que es algo casi consustancial a la tradición política del país, y la demagogia amenazante, que también es muy tradicional y que algunos ingenuos pensábamos que era algo superado.
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