Antonio Basagoiti, líder del PP
vasco, acaba de inventar una alternativa a la dimisión propiamente dicha. Se
trata de la postdimisión, a saber, de
momento no va a dimitir pero tal vez lo haga cuando lleve a su partido al
siguiente fracaso electoral. A mí me parece bien. Al fin y al cabo, Basagoiti
sólo es un mandao. El hace lo que le mandan.
¿Qué culpa tiene él si su jefe le
dice que apoye sin condiciones el gobierno de López? ¿Qué culpa tiene él si
López no ha hecho otra cosa durante todo su mandato que imitar al PNV y hacer seguidismo de sus políticas? ¿Qué culpa
tiene él del complejo de inferioridad de López respecto al nacionalismo? ¿Qué
culpa tiene él, Basagoiti, si López siente tanto afecto por los amigos de la
ETA que se ha desvivido por meterlos en las instituciones vascas? ¿Qué culpa tiene
él si López es un ingrato y no sólo jamás ha mostrado su agradecimiento por el
apoyo que le ha mantenido en la poltrona todo este tiempo -y que, además, le va
a permitir jubilarse con una pensión vitalicia propia de la Liga BBVA- sino
que, además, le llama fatxa y se
cisca en las políticas de su jefe?
¿Acaso Basagoiti debe dimitir por
ser obediente? A dónde vamos a parar. ¿Acaso Basagoiti debe dimitir cuando al
propio López, que ha cosechado un histórico fracaso electoral, ni se le ha
pasado por la mente hacer tal cosa? Además, su jefe acaba de decirle que ni se
le ocurra dimitir y que seguirá apoyándole en el futuro. Lo cual que tenemos
Basagoiti y López para una temporada.
Y yo lo veo lógico y natural porque no
vamos a dejar el escenario sin actores, habida cuenta de que la función no va a
ser suspendida en ningún caso y el público ya ha pagado sus entradas.
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