Después de
ver La noche más oscura tenía interés en ver la anterior película de Kathryn Bigelow,
premiada con media docena de oscars. No me ha decepcionado. Esta mujer, si
continúa trabajando a este nivel, va a ocupar un lugar importante en la
historia del cine.
Aunque esta
película, rodada en Jordania, está ambientada en la guerra de Irak, no trata
espedíficamente sobre ella. Podría tratarse de cualquier otra guerra.
En tierra hostil
se centra en la actividad de los tres integrantes de un cuerpo de élite del
ejército norteamericano que se dedica a la desactivación de explosivos. En la
cinta se nos presenta una sucesión de casos en los que intervienen los tres
artificieros.
De los tres,
Bigelow se centra en el sargento Will James. Este hombre, que se ha curtido en
Afganistan, es el héroe que retrata Bigelow porque esta directora, tanto en
esta película como en la siguiente se interesa por el heroísmo que es un tema
eterno del western, de la literatura y el cine.
La necesidad
del héroe, la defensa del individualismo. Y ¿cómo es el héroe actual? Según se
nos expone el héroe actual reúne las características típicas del héroe: valor,
coraje, un fondo de bondad y afán justiciero. Pero ahora, en el mundo de
principios del siglo XXI se suman nuevas características: la locura, el
sinsentido, la dependencia, la alienación.
La imagen,
varias veces repetida, de nuestro hombre caminando solo hacia su destino, el
lugar donde se encuentra el artefacto explosivo, embutido en un traje
antibombas parecido al de los astronautas, parece salida de un western.
Desde el
epígrafe que abre la película se nos presenta la guerra como una droga. Los
hombres, algunos de ellos, se quedan enganchados a la adrenalina del combate,
del peligro, de la inminencia de la muerte. Este es el caso del protagonista.
Se ha jugado la vida tantas veces en su oficio de artificiero que la vida
normal, familiar, cotidiana, ha perdido el sentido para él. Sólo la proximidad
de la muerte le hace sentirse vivo.
El segundo
aspecto –que en realidad es el primero para mi criterio- que destacaría de esta
obra es su estética. Me resulta extraño que esta película haya recibido tantos
premios por parte de Hollywood porque es una obra compleja, de estética poco
comercial y convencional aunque, ciertamente, mantiene al espectador en tensión
de principio a fin. En su mayor
parte está rodada cámara en mano y todo en ella tiene un aspecto desaliñado que
aporta un tono documental que le sienta muy bien al conjunto.
A la vez, todo
en esta película funciona de forma matemática, todo está medido al milímetro,
es una fabulosa maquinaria de precisión, al mismo nivel que puede serlo el
trabajo para desactivar un artefacto explosivo.
En la
película solo aparecen hombres. Sólo hay una mujer, la esposa del protagonista,
que aparece una sola vez y a modo de contrapunto. El sexo tampoco está
presente. La muerte omnipresente se ocupa de mantenerlo alejado.
Los métodos
que utiliza el héroe de esta obra no es verosímil que sean aceptados por los
mandos del ejército norteamericano porque ponen en riesgo la seguridad del
grupo que le acompaña. En este sentido la película es poco realista. Sin
embargo el héroe que se nos propone puede que sea el único posible hoy, un
héroe que, en realidad, es un disidente.
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