Casas blasonadas en la plaza Mayor reconvertidas en hospederías
Tras el paseo por las ermitas de Quintanilla me acerco hasta Santo Domingo de Silos con intención de volver a visitar el claustro románico del monasterio. Pero antes necesito tomar un café. Entro en la cafetería del hotel Silos 2000, situada a la entrada del pueblo, pero el camarero se comporta con tal grosería que me voy horrorizado -mejor dicho, me echa el tipo. En el siguiente bar las cosas mejoran, me tomo el café y me acerco hasta la plaza Mayor, donde hay dos casas señoriales reconvertidas en hoteles y varias terrazas deliciosamente soleadas. El sujeto de la cafetería ha conseguido alterar mi frágil sistema nervioso y necesito moverme un poco para calmarlo, así que me doy una vuelta por el pueblo. Hay también una arquitectura tradicional muy interesante, al margen de los bellos edificios de la plaza. Llego hasta uno de los arcos medievales, el llamado de la Calderera, y retorno a la plaza. Para entonces ya se ha concentrado muchos visitantes y turistas. Es el primer día del puente de diciembre.
Arquitectura tradicional
Puerta de la Calderera
Me acerco hasta el acceso para visitar el
monasterio pero la cola es disuasoria. Las visitas guiadas, en grupo y a
toque de silbato, no me atraen. Mi concepto de visitar un claustro es
incompatible con las prisas y con un montón de gente haciendo fotos
compulsivamente y, lo que es peor, improvisando comentarios opinativos y
admirativos. Visto lo cual decido abandonar mi idea. De vuelta al estacionamiento
me detengo en el patio donde vive el gran ciprés de Silos, el que cantara en un
poema Gerardo Diego. No hay duda, es un árbol gigantesco. Lo contemplo un rato
y me voy.
El viaje de vuelta a Burgos lo hago por una preciosa carreterita de
montaña, que pasa por Carazo y sale a la nacional en Hacinas.
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