martes, 8 de marzo de 2016

La estela de Oteiza y la capilla de Vallet entre el megalitismo de Aguiña


He vuelto a pasar por la estación megalítica del monte Aguiña (618 m), donde está instalado el Homenaje al Padre Donostia, obra del escultor Jorge Oteiza y el arquitecto Luis Vallet. Es un lugar tranquilo y silencioso, situado junto al camino que conduce hacia el cordal del Bianditz. La zona alberga buen número de megalitos funerarios (cromlech, dólmenes, túmulos y un menhir) de unos tres mil años de antigüedad.
Es obligado recogerse unos minutos entre sus piedras y contemplar el panorama que lo rodea, entre las cumbres pirenaicas, los bosques vecinos donde pastan las pottokas y el mar Cantábrico.

El cresterío de Peñas de Aya al fondo

La estela funeraria se sustenta sobre una peana y tiene un cromlech a sus pies. Es una de las últimas obras de Oteiza antes de su abandono de la actividad escultórica. Se trata de una piedra gris oscura cuadrangular, una de cuyas caras está hundida por un círculo perforado y ligeramente descentrado. Data de finales de los años cincuenta. Oteiza dijo de ella que es “un ancla en la rotación incesante del paisaje”, una frase muy sugerente con un matiz de dimensiones cósmicas. Algún experto ha relacionado la estela con el pintor suprematista ruso Kasimir Malevich.

Esta piedra, dice Oteiza, debe producir una impresión de gravedad, de soledad también, de una presencia distante, irremisible, como las de las piedras que desde nuestra prehistoria la acompañarán, la acompañarán mucho más, ciertamente, que nosotros. El simbolismo geométrico del círculo y del cuadrado, levemente desviado en ese señalado lugar, como un ancla en rotación incesante del paisaje, se quisiera que lo desocupe todo, que nos ignorase con la indiferencia de todo lo que es Bueno y Eterno, que nos haga rezar y sentir lo poco que somos. 


 La cumbre del Larún cierra el paisaje

La capilla de Luis Vallet es muy reducida. Tiene forma ovoiede con una gran apertura. En su interior hay un sencillo altar y, detrás de él, una vidriera azul. Una cruz esbelta le proporciona su carácter religioso. También disfruta de la proximidad de un cromlech.



 Aita Donostia –recojo de esta página- fue el nombre popular y religioso del musicólogo José Gonzalo Zulaika y Arregi (1886/1956), Fraile capuchino reconocido y recordado como compositor de música religiosa y popular en la forma de piezas para danzas vascas y txistu y de manera especial por su dedicación a la investigación y recopilación del acervo musical del País Vasco. Difundió su conocimiento en conferencias y publicaciones.

Estas palabras del escultor sobre el arte para terminar: Puedo afirmar y afirmo ahora: Que el arte consiste, en toda época y en cualquier lugar, en un proceso integrador, religador, del hombre y su realidad, que parte siempre de una nada que es nada y concluye en otra Nada que es Todo.

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