miércoles, 5 de julio de 2017

Donde presento mi libro "Agua que corre (Notas para un diario)"


Se trata de un diario en forma de notas o apuntes. Han cabido muchas cosas, principalmente sobre mi vida cotidiana, que ha transcurrido en la localidad francesa de Hendaya, donde vivo desde hace 18 años.

También me he centrado en mis lecturas, algunos pocos viajes, los paseos que doy cada día allá donde esté, algunas escapadas a la naturaleza, unas pocas películas y también reflexiones o glosas motivadas principalmente por la lectura de la prensa, a la que confieso mi adicción, quizá por mi formación periodística. Uno ha crecido entre periódicos –mi padre también fue periodista- oliendo a tinta y papel impreso.

Como escritor, y como persona, yo concedo mucha importancia a la naturaleza y a los pequeños detalles de la vida. Para mí un paseo tiene más sentido como práctica contemplativa que como ejercicio físico.
He escrito estos apuntes por pura y simple afición. Escribo lo que me gusta leer. Y lo que más me gusta leer –al margen de unas pocas novelas, libros de historia y algunos ensayos- es este tipo de libros: los diarios, las cartas, las biografías, las autobiografías, los epigramas, las citas, algunos poemas… Amo los fragmentos. Cada vez más. En la vida toda nuestra percepción es fragmentaria. Las cosas las vemos a pequeños trozos, nuestra mente salta continuamente de una idea a otra, va y viene. Si nuestra visión no fuera fragmentaria, si pudiéramos ver el Todo, quién sabe si no nos moriríamos del susto.

Y los libros. Siempre libros. Por aquí asoman los escritores que he frecuentado en estos años: el anónimo autor de esa delicia que se llama El lazarillo de Tormes, Antonio Machado, Miguel Delibes, Josep Pla, Pío Baroja, Azorín, el gran ensayista y pintor Ramón Gaya (del que tanto he aprendido, el hombre que me enseñó a amar a Velázquez), Tobías Wolf (casi desconocido aquí), el señor Paul Leautaud (cuyo Diario, por fin, después de décadas, se ha editado en España. Una joya), Manuel Cháves Nogales (la tercera España, la España que será o ya no habrá más España), el gran Fernando Pessoa y mi heterónimo favorito, Alberto Caeiro, el poeta de El Guardador de rebaños, ese poemario que es una metafísica.

El gran Ramiro Pinilla, uno de los grandes a quien el nacionalismo hegemónico le gustaría cubrir con una buena capa de olvido; el donostiarra Julio Villar, caminante y escritor, autor de dos libros maravillosos: Eh petrel y Viaje a pie. En fin, docenas de nombres.

Y tras la pasión por los libros, las peregrinaciones literarias. Don Antonio Machado en su pensión de Segovia, donde vivió trece años –y donde conoció a Pilar de Valderrama, Guiomar, su desdichado gran amor.

Peregrinación a Ronda, Málaga -qué lugar tan bello-, en cuyo hotel Reina Victoria, residió una temporada invernal el gran poeta en lengua alemana Rainer María Rilke. Aún se conservan recuerdos suyos en una de las habitaciones.

Peregrinación a Torremolinos, también Málaga, donde pasó unas semanas el austríaco Thomas Bernhard, poco antes de morir, en el hotel La Barracuda, un tres estrellas, plagado de familias de clase media, a unos metros de la playa de Los Pacos. No hay rastro de la estancia del autor de Maestros antiguos. Quién hubiera imaginado al escritor más subversivo del siglo XX en un lugar semejante.

Peregrinación a Urt, aquí al lado, a 15 kilómetros de Bayona. En este pueblo, a orillas del Adour, tenían casa los Barthes, y en ella pasaba sus vacaciones Roland, el autor de El grado cero de la escritura, un escritor cuyos textos cortos, me apasionan.


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Las veinte primeras páginas están disponibles de forma gratuita aquí.

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