En algún rincón de mi biblioteca debe estar En brazos de la mujer madura, de Stephen Wizinczey, escritor húngaro exiliado que acaba de fallecer a los 88 años. La obra fue publicada en 1965 y yo la leí, con avidez, en plena juventud.
Para la época la tesis de esta obra era bastante transgresora. En ella S.W. sostiene que para un varón joven nada hay mejor, tanto en su evolución personal como en la experiencia vital, que tener una relación con una mujer madura. Siempre me pareció una idea muy atractiva, pero difícil de llevar a la práctica, al menos en un país que yo me sé.
La idea contraria, la de una mujer joven que tuviera una relación con un hombre maduro me parece tan sugerente y deseable como la anterior, aunque de esto no se decía nada en el libro.
La novela refleja episodios de la vida del autor, que vivió en la adolescencia la ocupación de Hungría por los nazis y, posteriormente, por los soviéticos. En 1956 participó en la revolución anticomunista y se vio abocado al exilio. Terminó nacionalizándose canadiense y escribiendo en inglés.
Es un tema que, en aquella época surgió también en alguna película, como la mítica Verano del 42, que relataba los amores entre un adolescente y una mujer madura. la encantadora Jennifer O´Neil.
Ni qué decir el impacto emocional de todas estas obras en un adolescente educado en el nacionalcatolicismo durante la fase terminal de la dictadura franquista. Lo curioso es que, en nuestros liberados días, aún sigue produciendo escándalo las relaciones entre personas adolescentes y hombres y mujeres maduros. Mayor escándalo que antes si cabe. Y es que el puritanismo católico se ha desplazado, mediante la difusa ideología de la corrección política, hacia la mayoría de los movimientos llamados progresistas.
Ahora un joven de 19 años se lo tiene que pensar mucho antes de mantener relaciones sexuales con una chica de 17. Y viceversa. Se pueden jugar algo mucho más serio que la reprimenda de un cura.