lunes, 5 de febrero de 2007

Saturado de Pé


Ya sería demasiado traer aquí a Penélope Cruz. Es la hermosa Scarlette Johansson, una actriz y una voz


Durante los últimos días la homérica Penélope Cruz nos regala su sonrisa hollywoodiense desde todos los rincones de los rotativos nacionales. Que si el goya, que si el fichaje por W. Allen, que si aspirante a los oscar

No seré yo quien niegue los encantos visuales de la actriz: esa graciosa nariz; esa boca perfilada y carnosa, rematada en el enfático paréntesis de su sonrisa; la melena leonina al gusto rompe y rasga de tanta mujer española. Y qué decir del eterno juego del triángulo cuello, hombros, escote, siempre lucido y exaltado.

Pero, ¿no resulta ya un poco excesiva esta proliferación? ¿No podría circunscribirse la presencia de la diva a su ámbito natural en el papel couché y los magazines televisivos?

Para colmo el esquivo Almodovar ha delegado en ella su presencia en los fatigosos eventos de la farándula. Yo lo prefiero, pero aún así…

Lo problemático de Pé, además de su omnipresencia, es su voz. La voz de Pé es un desconcierto. Todavía resuenan sus gritos aniñados cuando el oscar a su maestro y padrino.

Podrá alegarse que el desgobierno de la voz es un mal generalizado entre los actores españoles, que la prosodia y la vocalización no son virtudes del gremio. Pero, ciertamente, es un triste consuelo.

Hay algo, sin embargo, que redime a la manchega: el no haber caído en las redes de la iglesia de la Cienciología. O, al menos, haber sabido escapar a tiempo. Tener a Pé predicando la buena nueva sería excesivo hasta para el ser más templado.

La decadencia artística de W. Allen -ni siquiera Scarlette Johansson pudo salvarle- está perfectamente reflejada en el reclutamiento de Pé. Aunque, quién sabe, tal vez en inglés y convenientemente doblada…

Decía González Ruano, comentando la muerte del escritor André Gide, que la prensa española carece de sentido de las proporciones. En 1951 se había ninguneado la desaparición del Nobel francés.

Medio siglo después -aunque en sentido contrario-, no parece haberse corregido.