domingo, 4 de febrero de 2007

Flor de invierno


En contraste con las Navidades, tan lentas y protocolarias, las primeras semanas del año siempre se me antojan demasiado rápidas. Parece que tuvieran prisa.

Contribuye a ello, supongo, la deliciosa variedad atmosférica que ofrece aquí el invierno, una estación que, a medida que uno contempla el paso de los años, adquiere un mayor prestigio.

Si repasamos las últimas semanas comprobaremos que hemos disfrutado de un amplio repertorio de luces y cielos. Desde la nieve a la lluvia pasando por jornadas de estricto y riguroso azul celeste. También hemos tenido abundantes nieblas y frentes nubosos de gran belleza y espectacularidad.



En estas primeras jornadas del año suelo estar pendiente de la floración del chaenomeles superba, conocido también, entre otros muchos nombres, por el de membrillero chino. Este arbusto, que puede verse profusamente en las entradas de muchas casas en el Bajo Bidasoa, es una de las primeras en descubrir sus flores rojas o rosas.

Como este año la llegada de los rigores invernales se ha retrasado tanto, todavía no ha terminado un ciclo de floraciones (algunas rosas, el romero, algunas grandes margaritas) y ya ha empezado el del chaenomeles y los camelios.

Lo curioso de este arbusto es que, salvo las dos o tres semanas que dura su flor, el resto del año es una especie que pasa casi desapercibida pues apenas exhibe otra cosa que unos espinosos tallos muy leñosos y ramificados.

Dentro de unos pocos días esta planta -que ha demostrado una gran resistencia frente al frío y la nieve-, perderá su vistosa y apretada flor y ya no dará más que hablar en los siguientes once meses.

Será entonces el momento de las espectaculares mimosas –que en la franja costera adquieren una presencia epidémica- y de las grandes flores, blancas y rosas, del magnolio. Parecerá que la primavera ya es inminente pero es probable que no sea así.

Los que amamos el invierno y sus luces no tenemos prisa alguna.