miércoles, 10 de octubre de 2007

La extraña seducción de Haruki Murakami


He pasado el ecuador de la lectura de Tokio blues, de Haruki Murakami (Kioto, 1949). El título original es Norwegian Wood, como la canción de los Beatles. Es la obra más famosa del escritor japonés. Fue publicada aquí hace un par de años, con gran despliegue publicitario, aunque la obra apareció en 1987, cuando el autor tenía 38 años.

A Murakami la crítica lo ha etiquetado como un novelista pop y este calificativo no es precisamente un elogio entre la rígida y convencional crítica del país. Yo veo a Murakami en la estela literaria de dos grandes de la literatura japonesa: Kawabata y Mishima. El estilo trasparente y minucioso me recuerda a estos dos maestros.

El calificativo de pop le conviene, pero dejando a un lado cualquier sentido peyorativo. Bien al contrario. Murakami cultiva una literatura de los sentimientos y su obra trata de cómo estos condicionan las vidas de la gente.

Muchos de los héroes de Murakami -salvo el protagonista que cultiva una particular fortaleza- suelen ser unos seres frágiles y obsesionados con su propio fragilidad.

Antes de Tokio blues había leído una novela muy larga de este autor titulada Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Creo recordar que rondaba las 800 páginas. Me gustó mucho.

Llevaba tiempo detrás de Tokio blues, hasta que el pasado verano encontré la edición de bolsillo y la compré. A partir de la tercera o cuarta página ya estaba enganchado.

Es admirable la capacidad de escucha que tiene este escritor. A veces parece que se pone delante de alguno de sus personajes y le va sacando gradualmente su verdad.

Relaciono esta facilidad para escuchar con su antiguo oficio de barero. Murakami ha sido propietario de un bar jazzero. Las barras de los bares son un filón de historias personales si se tiene la paciencia suficiente. La música también ocupa un papel importante en su obra.

Además de un estilo literario delicioso, lleno de frescura, ritmo y sensibilidad, Murakami tiene el don de la narración. La gradación de los hecho que cuenta es tan equilibrada y serena, tan seductoramente ordenada, que apenas hay lector que se le resista.

Como no estoy demasiado al tanto de la literatura contemporánea ignoro si es habitual esta incidencia en los sentimientos dentro del contexto de libertad sexual de las llamadas democracias liberales. No hay aquí el menor alarde sexual –uno de los temas clásicos de la literatura después de Miller y compañía- sino una exploración de los motivos y de las repercusiones que para el hombre ha tenido eso que se ha dado en llamar la revolución sexual.

La seducción que ejerce Murakami sobre sus lectores es extraordinaria. Me parece que su hechizo se basa en dos pilares: el estilo claro y sencillo y unos temas tan cargados de humanidad que a nadie dejan indiferente.

Hoy he ido a la biblioteca. He buscado libros de este escritor y he encontrado media docena. Pero todos estaban prestados. Es un caso raro de calidad y fervor popular.
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Imagen: Mañana después de la lluvia, de Hiroshi Yoshida, 1928.
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