sábado, 6 de octubre de 2007
Viajeros aguerridos
La luz de la mañana de otoño es un lento crescendo que apenas logra atravesar los visillos. Parece deslizarse lángidamente hasta el suelo como rozando la penumbra de la habitación. Un sinuoso manto de niebla oculta las cimas montañosas y los perfiles de los acantilados de la costa. La bóveda celeste destila una llovizna tenue y pertinaz.
Cuando cesa la lluvia levanto la vista hacia el cielo atraído por una sinfonía de graznidos. Entonces recuerdo que en estos días se produce el paso de las aves migratorias. Veo las líneas móviles que trazan los bandos de patos que se desplazan en formaciones cuyo trazado cambia con una fluidez acuática. Se mueven principalmente en forma de cuña con un ejemplar que ejerce de guía. Los movimientos de todos ellos parecen acompasados y armoniosos, siempre tendentes al mantenimiento del orden en la marcha y a economizar la energía.
Al llegar a la altura de las marismas de Txingudi se paran y parecen dar vueltas sobre ellas. Sin duda han encontrado un buen lugar para hacer un alto y reponer energías. Me alegra tenerlas aquí al lado tanto como el paso de estos aguerridos viajeros.
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