
La luna se deslizaba tranquila y límpida sobre el horizonte del Jaizkibel para luego, más allá de mi mirada, dejarse caer sobre el mar.

Entretanto la niebla remoloneaba sobre las aguas de la bahía de Txingudi, subía y bajaba por la ladera del monte, tapando y descubriendo los caseríos y la torre de la ermita de Guadalupe.

El manto blanco parecía elevarse a medida que la luna, cada vez más grande y vaporosa, se despedía.

Cuando ha terminado de irse, como siguiendo una consigna, la niebla ha desbordado la gran oquedad de la bahía, ha tapado la línea horizontal del Jaizkibel y se ha adueñado de toda la comarca.

Una hora más tarde ha dejado paso, reclacitrante, al azul. Pero luego ha vuelto y todavía sigue ahí.
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Hendaya
23.1.08
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No sabes cómo se leen estas cosas teniendo enfrente un mar azul pastel y un cielo repleto de transparencias.
ResponderEliminarGracias, amigo Juan Luis.
Siempre me ha cautivado la belleza mineral de los astros y la de los desiertos (tanto mejor si los puedo disfrutar al mismo tiempo) y el vértigo de sentir que la vertical no es perpendicular al horizonte, sino al plano de la órbita de la luna.
ResponderEliminarMertxe, Glo, muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminardecía Benedetti...
ResponderEliminar"pero yo sé quién es quién
detrás de ese telón de incertidumbre
sé dónde está el abismo
sé dónde no está dios
sé dónde está la muerte
sé dónde no estás tú
la niebla no es olvido
sino postergación anticipada"
Buen día
Buen día, Olvido. Gracias por tu aportación.
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