viernes, 16 de mayo de 2008
El Doncel de Sigüenza, secuestrado
El ánimo del turista ha oscilado entre la indignación y la pesadumbre porque ha ido a Sigüenza y no ha podido ver al Doncel, como cree tener derecho (él o cualquiera). Los clérigos de la catedral lo tienen secuestrado.
Ha entrado a las 9 de la mañana en la catedral, casi a oscuras porque el día estaba muy nublado y apenas se filtraba la luz por las vidieras. La falta de iluminación es clamorosa pero, según ha oido, se trata de un asunto teológico en el que, por descontado, no va a entrar.
Casi a tientas se ha acercado hasta la capilla donde se encuentra la estatua de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza, y se ha quedado con un palmo en las narices porque la capilla está cerrada, sólo se puede visitar mediante una visita guiada -previo pago de cuatro euros- y, además, no hay posibilidad alguna de iluminar el recinto –ni siquiera pagando.
Arrimándose a uno de los muros se puede lanzar una mirada esquinada sobre esta pieza única, maravillosa, elegante y anónima que es la estatua funeraria del Doncel. No se verá gran cosa, pero menos da una piedra. Ni siquiera se pueden hacer fotos o tomar cualquier tipo de imágenes.
Podrá alegarse que, si tanto era el interés, el turista podía haberse sumado a la visita guiada, pero, según le indican en la oficina de turismo, sólo había una en la mañana del sábado y, además, el turista cree tener derecho (él o cualquiera) a contemplar esta obra de arte a sus anchas, durante el tiempo que estime oportuno y sin que nadie le ande cronometrando.
Algún responsable de esta catedral tiene un concepto demasiado restringido del patrimonio artístico nacional y alguna autoridad –civil o eclesiástica- debería hacer algo para que este secuestro de una obra de arte se termine de una santa vez.