Un tranquilo mediodía, con cielo bajo aunque benévolo, a la hora del
déjeneur y al comienzo de la pleamar.

Hondarribia desde Hendaya. Varios miles de gaviotas reidoras invernan en los humedales de Txingudi. Hacia marzo emigran a tierras escandinavas. No les va el calor.

La garza permanece impasible y solitaria, apenas da un breve paseo.

De pronto una bandada de nerviosas gaviotas levanta el vuelo, se despereza y vuelve a posarse en los limos.
La agachadiza común
Y estas pendencieras disputándose la boca del vertedero mientras la garcilla observa.


Las moreras pierden estos días sus hojas. Capas amarillas se extienden a sus pies. Los servicios de limpieza no tardarán en dar cuenta de ellas.
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Todas son bellísimas, pero la última... la última me ha impresionado. Pocas veces he visto algo tan hermoso.
ResponderEliminarGracias, Mertxe. Un beso.
ResponderEliminarAyer, una bandada de gaviotas volaba tierra adentro en la lejanía y a mi hija le sorprendió que pudiéramos oírlas tan claramente. No está acostumbrada a esas aves, o al menos yo no las recuerdo de mis años en Pamplona. Sí recuerdo la llegada de las primeras palomas turcas, ahora por todas partes, sus extrañas canciones y el característico silbido de sus plumas al volar entre las ramas de los cedros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las únicas aves que recuerdo de Pamplona son las de la Ciudadela y alguna que otra nocturna...
ResponderEliminarUn abrazo, Glo.