jueves, 18 de diciembre de 2008

Sensaciones museísticas



En agosto ví una exposición en el MARCO de Vigo titulada El medio es el museo. En el patio columnado del edificio había una pareja –vaqueros y camisetas de tiras- dándose un revolcón. Me quedé pasmado. Menudo morro estos dos magreándose a la vista del público, pensé. Pero una gentil instructora me explicó que se trataba de una “performance”. Cada dos horas otra pareja venía a sustituir a la anterior en su esforzada labor.

Estuve un rato contemplando las evoluciones de la pareja. Era como un ballet lento y silencioso. El y ella eran jóvenes, morenos, delgados. Me pregunté si serían pareja o no. El “arte” me suscita a veces este tipo de absurdas inquietudes. Los intérpretes se limitaban a besos y caricias amistosas. No había nada erótico ahí: ni atrezzo mobiliario, ni cuerpos desnudos. Hubiera sido curioso –aunque contravendría a mi carácter apocado- sentarse en el suelo y contemplar la pieza a un metro de distancia.

Me puse a ver la exposición. Sobre una mesa había tres grandes libros abiertos por unas páginas con manchas abstractas. Junto a cada uno de ellos reposaban unos guantes blancos como de archivero, detalle que me hizo sonreir. Qué idea más chusca poner estos guantes aquí, se me pasó por la cabeza. Procedía a pasar delicadamente una de las páginas cuando una de las instructoras carraspeó a mi espalda e hizo un gesto como de calzarse unos guantes. Le dediqué una sonrisa culpable y seguí mi camino.

Aquello era un naufragio de conceptualismo. Una vez más. El conceptualismo nos tiene rodeados. Todo son ideas, geniales por supuesto. Y explicaciones, muchas explicaciones. Y también lenguaje crítico. Pero no tenía ningún diccionario a mano así que me aburrí un poco.

De pronto vi una sala oscura con un banco. Qué bien, un breve descanso. ¿A ver qué ponen? Ponían esto:


el trío juvenil que atraviesa a la carrera las salas de un museo, a cargo de Mario García-Torres. Esta obra siempre me había parecido chirriante, demodée, como una travesura de niños pijos. Pese a ello –estaba cansado- la vi una vez y media. Me sirvió para descubrir su lado más deleznable: la pretendida naturalidad de la secuencia era desmentida, fotograma a fotograma, por la forma de la obra, rodada como un video-clip, olvidando por completo el cinema verité en el que, supuestamente, se inspiraba.

Tres meses después entro en el centro cultural KM de San Sebastián y me encuentro la misma exposición. Le pregunto a una de las instructoras si puedo hacer fotos (pregunta absurda donde las haya). Muy educadamente me dice que no. Nada de fotos. Al aburrimiento que me dibuja el recuerdo se suma la frustración de no poder jugar un rato con mi cámara. En vista de ello me doy una vuelta rápida. Están los guantes de archivero, en su versión latex. Pero ni rastro de la pareja magreándose.



Pero antes de abandonar la sala encuentro un pequeño fragmento de cine erótico museístico. Lo había olvidado. Se llama Andrea Frazer. Es una performance americana de unos cuarenta años. Lleva un vestido color pistacho muy corto, zapatos oscuros de plataforma, el pelo recogido en la nuca. Se mueve lentamente mientras habla o divaga sobre el museo. El Guggemheim-Bilbao nada menos. Ella tiene una especie de rapto emocional con el edificio de Gehry. Le vuelve la espalda a la cámara, se abraza a una gran columna, se alza el vestido y ofrece la visión de sus glúteos esplendorosos separados por el estrecho hilo blanco de su tanga. Andrea se acaricia fervorosa. Finalmente deja caer el vestido y su culo desaparece bajo la tela pistacho. La gente deambula alrededor ajena a las evoluciones sinuosas de la artista. Se entrevee a un veterano turista que se aproxima a la columna y la olfatea.



Fotos de internet. Más fotos.

5 comentarios:

  1. Sensación museística: nos están tomando el pelo a todos.

    Convertir lo que vemos por la calle habitualmente, o en el cine, o en las tiendas, o en los supermercados, en objeto de arte, pues bueno, el tema está que haya quien pague por esto, y como hay gente para todo, pues el círculo ya está cerrado. No le veo otra explicación. Sinceramente.

    No obstante, como dije en una entrada anterior, estoy dispuesto a que alguien me lo explique de otro modo más convincente, o sea, que me convenza de que esto aporta algo a la larga serie de manifestaciones artísticas convencionales u ortodoxas que ya conocemos y disfrutamos en los museos.

    Ahora mismo en el de Bellas Artes de Bilbao hay una exposición de Sorolla que todo el mundo que la ha visto me ha hablado maravillas de ella. La iré a ver seguro, está hasta mediados de Enero, creo.

    Un saludo afectuoso.

    ResponderEliminar
  2. Yo no intento convencerte de nada, PJ. Además, me parece que ya estás bastante convencido de casi todo. Este post es más un relato que una crítica. ¿Soralla? Perfecto. Pero yo cambio todo Soralla por un Velázquez, o un Ticiano, como los que hay en la colección que se puede ver en el Guggemhein, junto a Towbly. Vaya mezcla...

    ResponderEliminar
  3. Me ha gustado el vídeo que nos has propuesto. Desnudarse y volver a vestirse... Probablemente el discurso (es una pena que no lo entienda) discurre paralelo, y mientras en un momento dado la intérprete se muestra distante (se oculta tras la ropa), en otro rompe a llorar y muestra sus emociones (se desnuda).

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. En el video rodado en el Guggemhein su discurso es un elogio sobre el edificio de Gehry, lo que me induce a pensar que se trata de un encargo. Con todo me parece lo más potable de esta exposición. Habría mucho que hablar, por supuesto, pero a mí el tema me interesa como una crónica de actualidad: el tipo de arte que se exhibe; su relación con el llamado conceptualismo y su carácter institucional, es decir, financiado con dinero público.

    ResponderEliminar
  5. "me parece que ya estás bastante convencido de casi todo"

    Jopé, Juan Luis, dicho así hasta me doy miedo yo a mí mismo.
    No será para tanto, vamos.

    Porque es que si así fuera no me atrevería ni a sugerir siquiera la posibilidad de que pudiera ser de otra forma, que es lo que constantemente hago respecto de estas manifestaciones artísticas de vanguardia. Si no pensara que se las puede contemplar con otros ojos no haría las entradas que hago, preguntándome constantemente por su interpretación, ofreciéndome a mí mismo para verlas de otro modo.

    Digo yo.

    Saludos afectuosos.

    P.D.- Supongo que lo de Soralla, que lo repites dos veces, será una errata.

    ResponderEliminar