lunes, 7 de septiembre de 2009

El norte de Portugal

Ponte de Lima tiene dos puentes sobre el río Lima: el romano, que da nombre a la localidad y este otro que cobija a los bañistas durante la calurosa tarde veraniega.

Camino de Ponte de Lima nos equivocamos al coger la autopista y nos metemos por la carretera vieja. Es tan bella como peligrosa.

Un energúmeno con un coche rojo está a punto de machacarnos frontalmente al efectuar un adelantamiento criminal.

Sin embargo el paisaje del norte de Portugal es maravilloso, tiene la dulzura de un cuadro de Corot.

La carretera discurre entre viñedos, colinas onduladas y pequeños pueblos que parecen brotar directamente de la tierra. Me emociona profundamente. Me recuerda al sur de Galicia que conocí hace treinta años antes de que el urbanismo salvaje la destrozara sin piedad.

Dan ganas de parar en cualquiera de los bosques de alrededor, bajarse del coche y perderse por los caminos. Sin embargo, al descender un puerto, ya cerca de nuestro destino, empieza el horror. Esta vez en forma de canteras de granito a ambos lados de la carretera. Cada cien metros aparece una explotación de este tipo. Los trabajos levantan una polvareda espantosa. Se ven trozos de monte totalmente descarnados que causan una impresión horripilante. La imagen de estos desmontes se me queda clavada y la veo, en días sucesivos, a ambos lados del Miño.

---