Mientras tomo un café leo este artículo del economista Santiago Niño de Becerra. Este hombre hizo años atrás unos vaticinios sobre la crisis económica que se han cumplido holgadamente. Ahora dice que lo peor está aún por venir y que empezará este mismo año, tras los fuegos de artificio propagandísticos del gobierno. La continuación de la crisis, aún más enervada, se prolongará en el tiempo y lo va a poner todo patas arriba, más aún de lo que ya está.
En el umbral de la cafetería me encuentro con una conocida que se dedica a la política. Le pregunto cómo ve ella la situación en el País Vasco (ella diría Euskal Herria) y su gesto no admite ni complacencia ni optimismo. “Somos un país de banderizos”, dice antes de despedirnos. “Y llevamos así 200 años”, le contesto. Pero luego caigo en que son muchos más.
A medida que avanzaba por este artículo tenía la impresión de estar metida en una de esas hipótesis sobre el fin del universo. ¿Habrá big crunch? ¿Habrá expansión infinita hasta el frío infinito? Ni siquiera los que vivimos el desastre de los ochenta podíamos imaginar este desastre. Y eso que nos fijábamos mucho en cómo se regalaba el dinero, en la segunda vivienda que se adquiría para pagar la primera, en los dos coches, en los eventos familiares por todo lo alto; y nos fijábamos en los misérrimos intereses que nos pagaban a los ahorradores. Nos fijábamos, sobre todo, en lo bien que vivían nuestros políticos, esa ingente casta (muchos de ellos auténticos parásitos) que ha descubierto que había vida después de Franco; ¡y qué vida, señores! En fin, que ya estamos aquí. No ha valido de nada negar la crisis, la recesión, el paro. No sirva ya lamentarse por haber llenado este país de inmigrantes que difícilmente podían ganarse la vida. Hemos vivido en un universo maravilloso, en donde todo estaba multiplicado por diecisiete más el IVA Real; en donde crecían los funcionarios, las policías, las televisiones y las emisoras de radio; en donde la subvención estaba a la orden del día; en donde el conejo jamás perdía ningún guante. Pues eso, que veremos cómo nos va de ahora en adelante. Porque, y esto hay que considerarlo, nuestro handicap desde el 11-M se llama Zapatero. Y Zapatero es la crisis dentro de la crisis. O sea.
ResponderEliminarPodemos exigir a Zapatero sus responsabilidades, al fin es el presidente del Gobierno desde hace 5 o 6 años (y bien que practica el presidencialismo este hombre), pero, el asunto viene de lejos y, lo peor, no está nada claro que alguien pueda acabar con esta mentalidad nuestra cortoplacista (y oportunista).
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