jueves, 23 de junio de 2011

Censura de prensa en la II República

Durante la lectura de las crónicas que Josep Pla envió desde Madrid a La Veu de Catalunya y otros periódicos entre 1931 y 1936, es decir, durante la II República, me sorprende la existencia de párrafos enteros, y aún titulares, que han sido suprimidos por la censura. En un artículo faltan siete líneas, en otro veinte, en otro cuarenta y así sucesivamente. Hay varios en los que ha sido suprimido el título sin que el censor, en un alarde de incongruencia, haya tocado el contenido del texto. Es sorprendente.

El volumen publicado por Destino alcanza casi un total de 1900 páginas y mi lectura, por el momento, está siendo parcial y aleatoria. Me he ocupado estos días en la Revolución de 1934, una vez concluido el bienio radical-socialista y tras la victoria de las derechas en las urnas. Unos días después de los sangrientos acontecimientos en Asturias, Cataluña y País Vasco, que Pla es uno de los pocos que cubre la información casi en directo, es cuando se produce una auténtica avalancha de recortes en su trabajo periodístico. El asunto llega a tal extremo que el 1 de diciembre de 1934 Pla publica su Carta sobre la censura, un texto que la censura, curiosamente, no censura.

En este artículo Pla se queja de que, durante su ya larga vida periodística, sólo ha estado esporádicamente libre de los estragos de la censura. Asegura el ampurdanés que no sabe quién ejerce, ni de qué manera, ni con qué criterio la labor censora. "Lo cierto -dice-, es que me encuentro ahora censurado con el mismo ardor de siempre –como en tiempos de Dato, de Romanones, de García Prieto, de Bugallal, de Primo de Rivera, de Berenguer y de Azaña. Todo pasa menos el lápiz rojo del censor."

Constata el escritor que, en este periodo posrevolucionario la censura es particularmente dura con todo aquello que en sus crónicas trata de reflejar los puntos flacos de la situación política. Así le ocurre cuando trata de poner de manifiesto “la ineluctable crisis del señor Samper (1). Me censuraron del derecho y del revés. ¿Por qué? Ni lo se ni puedo entenderlo.”

Sin embargo, la preocupación de Pla es que debido a la falta de sensibilidad de la censura, sus lectores puedan creer que “soy una especie de furibundo revolucionario.” Nada más lejos de la realidad: “Creo, en términos generales, que si se sigue hablando de revolución, no va a quedar de este país ni la muestra, ni todos van a poder comer siempre que tengan hambre.”

Pla constata que los revolucionarios, pese a la derrota electoral y pese a la derrota militar, distan mucho de haber desaparecido y advierte de que todavía pueden dar “un juego extraordinario”. Para contrarrestarlos anima a la implantación de “un gobierno que gobierne y que administre con una cierta inteligencia.” A juzgar por la evolución del régimen republicano, este deseo de Pla nunca se cumplió.


(1) Ricardo Samper (1881-1938), de tendencia centrista fue ministro en varios gabinetes presididos por Lerroux entre finales del 33 y finales del 34. De abril a octubre del 34 fue presidente del Gobierno. Abandonó a mediados de noviembre, acusado de haber propiciado, con su política contemporizadora, la revolución de octubre. Al iniciarse la guerra civil, se exilió a Suiza, donde murió.

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Entrevista a Justino Sinova, autor de La prensa en la II República. Historia de una libertad frustrada.


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4 comentarios:

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  2. He leído lo de Justino Sinova. Antes me parecía el típico resabiado con un punto de resentido. Ahora me cae más simpático. Hay que desmontar los mitos de la izquierda, como el de que ellos no censuraban, al menos en España, al menos en la idolatrada por muchos II República.

    He estado en una comida con gente "importante" digamos: José Varela Ortega, Andrés de Blas Guerrero, Juan Pablo Fusi, José Luis de la Granja, entre otros. Y lo que se ha dicho, entre otras cosas, es que en Madrid hay miedo de que la derrota socialista que se avecina en las generales sea de tal calibre que la gente del partido y sobre todo la militancia más fervorosa (que todo partido tiene la suya) acabe adquiriendo actitudes caballeristas, o sea, que se ponga a hacer política de calle, tomándole el sitio caliente a los del 15-M pero a lo bestia, a la vista de que en las instituciones van a quedar inoperantes por un tiempo que se atisba largo.

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  3. Está bien conocer todas estas cosas. Hacen más verosímil esa creación fantástica llamada historia. Aunque yo sigo echando en falta que se escriba sobre España desde un contexto al menos un poco más amplio. La mayor parte de las consideraciones acerca de este país acaban resultándome irritantemente endogámicas.

    Un saludo.

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  4. ... Aunque quizá lo que sucede es que este país es irritantemente endogámico.

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