viernes, 1 de julio de 2011

Las garcetas de Torreguadiaro



Durante el rápido ocaso -malva y naranja sobre el horizonte-, cientos de garcetas, se dirigen en bandos pequeños y disciplinados a su descansadero en la laguna de Torreguadiaro.

A través de la tupida vegetación, que oculta estas aguas, se atisba la presencia de cientos de aves blancas, tan ligeras como ruidosas.

Las garcetas se dejan ver durante el día por los campos de la comarca, haciendo compañía al ganado, muchas veces posadas en los lomos del vacuno, que permanece impasible.

Las aves parecen alegrarse de esta asamblea nocturna a juzgar por la sonoridad de sus expresiones. Es un espectáculo pasmoso. Su ligereza es tal que los juncos las reciben impávidos. Cualquier ruido las agita en un revuelo de plumas blancas. Hay tantas que inquietan.

En contraste con esta agitación, en las pequeñas charcas de los alrededores las ranas croan ajenas al tráfico.

La pedanía gaditana de Torreguadiaro es un pequeño núcleo urbano costero, situado en el que fuera delta del río Guadiaro, antes de que la construcción del puerto deportivo de Sotogrande lo dejara esquilmado.

Hacia el norte, ya casi Málaga, aparecen dos kilómetros de playa. En las proximidades se levantan dos torres de vigilancia –una de ellas en ruinas. Datan de la reconquista. Fueron levantadas por los cristianos para vigilar la costa de las incursiones musulmanas.


1 comentario:

  1. Relajante y oxigenante, Juan Luis, que falta hace: que a estas alturas del curso ya estamos todos un poco petados.

    Un abrazo.

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