viernes, 14 de octubre de 2011

La excelencia literaria de Emilia Pardo Bazán


Acabo de concluir la lectura de Los Pazos de Ulloa y su segunda parte, La Madre Naturaleza. Confieso que estoy fascinado con la prosa y el arte de su autora, Emilia Pardo Bazán (1851-1921).

Cuando lees a un escritor de este nivel te das cuenta de la pobreza literaria actual. El idioma se ha empobrecido hasta niveles degradantes, como si se tratara de un ecosistema arrasado por el ladrillo y el cemento. Puede que haya un paralelismo entre la destrucción de la naturaleza y la de la lengua. Lo cierto es que, en nuestro país –aunque no creo que sea una excepción- esto resulta perfectamente verídico.

Doña Emilia maneja en estas obras una prosa personal, con ecos cervantinos, que desdeña el academicismo y mezcla con gracia inusitada lo intelectual y lo popular. Tiene una calidad descriptiva, tanto en paisajes como en caracteres, de las más notables de la literatura española. Y, sobre todo, tiene la gracia, el don, el talento. Cuando se lee esta obra puede degustarse el “placer del texto” en el que tanto indagó Roland Barthes.

Con esas calidades nada extraño su empecinamiento en ocupar un lugar destacado en la sociedad literaria de la época. Nada extraño tampoco que casi todos sus colegas (Clarín, Menéndez Pelayo, Pereda, Palacio Valdés) la rechazaran, se burlaran de ella. Doña Emilia escandalizaba tanto por su naturalismo y laicismo literario, como por la variedad y libertad de sus amoríos. Tampoco debió ser ajeno a este rechazo el hecho de que fuera el tercer autor más leído en sus años, tras Galdós y Pereda.

La marquesa fue la primera mujer en denunciar en su obra la violencia contra las mujeres, el mujericidio. Se la considera también la introductora de la literatura rusa en España, Dostoieski en particular.

El naturalismo que practicó esta gallega marca distancias con el preconizado por Zola. El pope literario francés la desmarcó del movimiento fundado por él alegando que una católica como ella no podía cubrirse con semejante manto, pero ella siguió en lo suyo sin dejarse amilanar y contraatacando en sus escritos.

El anecdotario de la marquesa es ampliio y ameno. Se dice que en una reunión con literatos franceses le soltó al mismísimo Hugo: “Las terriblezas de la Inquisición española son tortas y pan al lado del Terror de la Revolución Francesa.”

Durante toda su vida doña Emilia luchó por ser reconocida como escritora y pretendió, sin éxito, ser designada académica de la lengua. Vano intento para una mujer. Las puertas de la docta institución tardaron aún cien años en abrirse para ellas.

Sus relaciones con el nacionalismo gallego de la época tampoco fueron amistosas. Detestaba al poeta Curros Enriquez, aunque no tanto como a Manuel Murgía, el marido de Rosalía de Castro. Paradójicamente, su casa familiar de la coruñesa calle Tabernas es hoy la sede de la Academia de la Lengua Gallega, además de museo de la escritora.

Su hijo mayor, Jaime Quiroga, fue asesinado en Madrid en 1936, junto a su nieto del mismo nombre, por milicianos de la FAI. El mismo año, pocas fechas antes de que el pazo de Meirás, de su propiedad y que ella reconstruyó, fuera adquirido por el Ayuntamiento de La Coruña y donado a Franco, la mujer del dictador, Carmen Polo, efectuó una visita de inspección al lugar en compañía de un capitán del Ejército sublevado. Cajones y armarios estaban repletos de papeles, cartas y documentos de la escritora. La Señora les dio un vistazo y ordenó a su ayudante que los quemara todos. De esta forma, según cuenta su biógrafa, Eva Acosta, uno de los legados literarios más importantes de la literatura española quedó reducido a cenizas.

Dicen que la obra de la Pardo Bazán ya no se lee, al margen de los círculos académicos, pero la excelente edición que yo he manejado, editada por Cátedra, iba por su quinta edición. Está también disponible en formato digital y gratuito a cargo del Instituto Cervantes.

Hay también una serie de televisión basada en los Pazos, a la que me he asomado infructuosamente. Mi lectura de la obra es demasiado reciente, mi placer textual está demasiado intacto para contrastarlo con su versión televisiva.






El catálogo de la Casa-Museo de La Coruña, curiosamente, sólo puede consultarse en gallego, salvo algunas citas de la propia escritora que no han sido traducidas. El trabajo es interesante pero peca de corrección política, como ocultar la conocida autoría de los asesinatos de su hijo y su nieto para catalogarlos como "víctimas de la Guerra Civil".

Pintura en el museo

Grabados

Una escritora de salón. Cortometraje

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