sábado, 22 de octubre de 2011

La vida privada

En estos días orwellianos en que tantos medios de comunicación nos inculcan que lo blanco es negro y lo negro blanco, reconforta la contemplación de la vida privada y su ejercicio. Media tarde de una soleada jornada otoñal. Una brisa dulce y acariciadora se expande por la bahía e invita a un paseo por la playita que aquí se forma durante la bajamar. La meta no es otra que la pasarela metálica del embarcadero, donde un grupo de hombres practica su afición a los pequeños veleros teledirigidos y disfruta al aire libre de la tarde.

Los barquitos lucen velas blancas con inscripciones; los cascos están pintados al gusto del propietario: amarillo, blanco, celeste, rojo. Se deslizan en fila india sobre la superficie calma del agua, se balancean a babor y estribor cuando cambian su trayectoria mientras navegan entre barcas ancladas y pequeñas ciabogas.

Los patrones de los veleritos, con el mando a distancia en la mano, permanecen tan absortos en las evoluciones de sus embarcaciones que ni siquiera se percatan de nuestra presencia. Es un placer contemplarlos.

La vida privada sí, el único refugio contra el neolenguaje: Paz es Guerra. Libertad es Esclavitud. Ignorancia es Fuerza. En el Ministerio de la Verdad no cesan de reescribir la Historia.

1984

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