Los barquitos lucen velas blancas con inscripciones; los cascos están pintados al gusto del propietario: amarillo, blanco, celeste, rojo. Se deslizan en fila india sobre la superficie calma del agua, se balancean a babor y estribor cuando cambian su trayectoria mientras navegan entre barcas ancladas y pequeñas ciabogas.
Los patrones de los veleritos, con el mando a distancia en la mano, permanecen tan absortos en las evoluciones de sus embarcaciones que ni siquiera se percatan de nuestra presencia. Es un placer contemplarlos.
La vida privada sí, el único refugio contra el neolenguaje: Paz es Guerra. Libertad es Esclavitud. Ignorancia es Fuerza. En el Ministerio de la Verdad no cesan de reescribir la Historia.
1984
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