miércoles, 2 de noviembre de 2011

En la aristocrática Medina Sidonia



En mitad de la provincia de Cádiz, sobre un cerro que alcanza los 300 metros de altura, se alza esta ciudad aristocrática, en la que pueden rastrearse buena parte de las civilizaciones que se han asentado por estas tierras andaluzas a lo largo de los tres últimos milenios.

Nada queda a la vista de los fenicios, pero sí de los romanos: una calzada, conducciones de aguas y cloacas. Los visigodos. que llegaron a continuación, dejaron una de las ermitas más antiguas de Andalucía, la de los Santos Mártires, que data del siglo VII.

Pero esta mañana soleada y azul de finales de octubre invita más a gozar del aire libre que a introducirse en iglesias y subterráneos.

Partiendo de la hermosa plaza mayor, presidida por la casa consistorial porticada, se asciende por calles estrechas de fachadas encaladas hasta los restos del alcázar y el castillo.

Desde esta cumbre, transitadas por turistas -extranjeros en su mayor parte-, hay una panorámica espectacular en la que puede contemplarse un buen fragmento de Andalucía: el Mediterráneo a un lado, el Atlántico al otro y, al sur, las primeras montañas africanas.

El blanco urbano dominante se quiebra por los verdes de las plantas cultivadas en macetas y sus floraciones rojas, naranjas, rosas, amarillas. Sólo el desaforado tráfico de vehículos –un mal endémico en nuestros pueblos y ciudades- le sacan a uno del encantamiento ancestral de esta colina tan bellamente urbanizada.

Los árabes que la conquistaron en el 712 pertenecían a la aristocracia yemení y palestina, aunque la colonización de la tierra corrió a cargo de los más humildes bereberes.

Tras cinco siglos y medio de presencia islámica, caracterizada por muy variadas crisis políticas y territoriales, Alfonso X el Sabio la ganó para el cristianismo e inició una época de fuerte militarización hasta el final de la Edad Media.

Varias órdenes militares, entre ellas la de Santiago, la gobernaron hasta que fue cedida por Juan II al linaje de los Guzmán, que fueron acumulando títulos, hasta alcanzar el poderoso ducado de los Medina Sidonia.

Las iglesias, palacios y conventos que hoy conforman esta interesante ciudad tienen sus orígenes en la dominación de la nobleza cristiana.

En las praderas y dehesas que rodean Medina Sidonia se crían algunas de las ganaderías de toros bravos más importantes de España. Impresiona verlos pastar plácidamente a pocos metros de la carretera.

Una lástima que este paisaje encantador se haya visto invadido por una profusión de parques eólicos, con sus correspondientes aerogeneradores, que son cualquier cosa menos bonitos. Habría que saber si además de feos son también rentables y, sobre todo, para quién.

---