martes, 29 de mayo de 2012

"Arrebato", treinta años después

Iván Zulueta y Will More durante el rodaje de Arrebato (Foto del blog Inventario)

Después de 30 años he vuelto a ver la película Arrebato, de Iván Zulueta. Esta película “de culto”, que en su día me interesó, hoy me ha aburrido. Aunque la obra tiene aspectos destacables, el argumento me ha resultado banal y la interpretación, en especial la de Eusebio Poncela, está a la altura de la historia. Arrebato no es, como parece, una película sobre el cine, sino sobre la heroína. Los tres protagonistas, o al menos dos de ellos, son yonquis. Y el tercero es un colgado que se cuelga más aún cuando se pone la droga. Quizá lo más interesante sean los aspectos formales, tal vez –yo no soy un experto- innovadores y vanguardistas para la época. Los tramos en super 8, la abundancia de planos cortos, escuetos y no exentos de lirismo, la ambientación, algunos ritmos, la técnica de cortar y pegar. El punto warholiano, a base de rodar al personaje durmiendo y, a partir de ahí ponerse a hacer realismo mágico, es poco convincente. Al fin, esas películas de Warhol son insufribles. Falla el modelo.

Poncela, un actor de innegable atractivo, está todavía muy verde y amanerado. Cecilia Roth no está mal. Mi preferido es Will More aunque, ciertamente, tiene el personaje más lucido. Cuando los tres están muy colocados y hay que hablar arrastrado el asunto mejora. A los actores españoles siempre se les ha dado mal la vocalización. Los problemas vienen cuando se requiere una dicción por lo menos normalita.

En algún lugar he leído que en su momento la película fue censurada en algunas escenas. Es posible, pero no he apreciado grandes diferencias.

La visión que se tenía de la heroína a finales de los setenta era más incompleta que la de ahora, pero cualquiera que no fuera muy corto de luces ya sabía que el asunto no era una bicoca y que tenía mucho peligro. Se me ocurre que, a lo peor, todos éramos un poco cortos de luces o quizá más bien estábamos un poco deslumbrados y eso no nos permitía ver bien. Este deslumbramiento juvenil puede que sea un asunto perenne en esa fase de la vida. Hasta puede que sea un fenómeno que crece con el paso del tiempo porque cada vez hay más medios para deslumbrar a los jóvenes (y a los maduros). Ahora, tres décadas después, uno se da cuenta de que ha sido un latazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario