sábado, 28 de julio de 2012

La roca española (Velázquez), 1


Lo mejor es la gran ciudad: su luz, su calor, sus multitudes. Lo segundo mejor es la roca española, como llamaba Ramón Gaya al museo del Prado. Pero yo nunca conoceré medianamente bien el Prado. Cuando voy –una vez cada cinco años, en el mejor de los casos- apenas paso de Velázquez, de Murillo y de Tiziano.

La penúltima vez que fui no la visité porque la cola para adquirir las entradas era disuasoria. Esta vez he comprado la entrada por internet.

Me voy derechito a Velázquez. Según me acerco a las Meninas me entra una congoja inusitada. Ahí está el pintor, en su rincón, con ese gesto escéptico y desengañado, orgulloso de su cruz de Santiago, una pizca frío y distante. Respiro un buen rato junto al cuadro.

Velázquez pone a príncipes y plebeyos a la misma altura, les concede la misma dignidad. Tiene una mirada tan compasiva, que saca lo mejor de cada uno, su belleza interior, al margen de su clase social, de su edad, de su sexo. Saca de dentro y lo deja puesto en un lienzo. Puro sentimiento. Es pasmoso. Cuando me doy la vuelta aparecen treinta japoneses con auriculares, en éxtasis.




Lo siguiente es el niño Baltasar Carlos, príncipe. Pero su retrato ecuestre ha sido cedido en préstamo. En su lugar me entretengo con su retrato como cazador, otra obra tocada por la gracia. Hay los perros, uno dormido y el otro alerta; uno grande y gordo, el otro pequeño y flaco. La expresividad del rostro del niño, con esa gorra ladeada, es encantadora. También su apostura. Y esa melancolía que le presta al retrato el paisaje nublado de la sierra.


La reina Mariana de Austria inspira lástima en su retrato infantil, soportando con dignidad el peso de su vestido y el del propio tocado. Había llegado a España procedente de su Austria natal para contraer matrimonio con el príncipe Baltasar Carlos, pero la prematura muerte de éste termina por encaminarla al trono como segunda esposa de Felipe IV, su tío. De sus cinco hijos sólo sobrevivió uno, el futuro rey Carlos II. Tuvo una vida complicada, llena de problemas y enfrentamientos políticos. Fue regente y estuvo confinada durante dos años.

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Hay que ser efímero, como las rosas

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