La gente camina apresurada y ensimismada hacia las oficinas.
Bajo hacia la Puerta del Sol. Las bocas de metro expulsan gente en todas direcciones.
Varias gitanas harapientas mendigan. Un operario de limpieza esparce chorros de
agua sobre la calzada. Una máquina limpiadora avanza y retrocede amenazante.
La iluminación navideña pierde potencia a medida que el cielo
cambia de negro a gris. Paso por la plaza de Cervantes, el hotel Palace y me
detengo a tomar un café en el Vip. Hasta las 10 no abren el Prado. Dedico la
mañana a Martín Rico y al joven Van Dick. Por la tarde ya no me cabe más
pintura en el cuerpo, ni siquiera para el espléndido caballero velazqueño.








El centro se ha vuelto cada vez más y más duro. Todo es pavimento de granito y pivotes de fundición. Salvo en algunos pocos lugares, no quedan fuentes, ni parterres, ni árboles de verdad.
ResponderEliminarEs cierto, pero el paisaje humano es impresionante.
ResponderEliminarSaludos.