domingo, 4 de mayo de 2014

Butcher's Crossing, de John Williams



El ansia de matar. Bisontes en este caso, aunque el lector no puede menos que evocar la matanza de seres humanos (los fascismos, los comunismos, esas cacerías programadas desde lujosos despachos), uno siempre tiene en la cabeza eso mientras dura la lectura de Butcher¨s Crossing, la novela de John Williams. Así acabaron con los bisontes en el continente norteamericano. Los blancos cristianos. No los indígenas. Los blancos cristianos y su retahíla de sectas. Matan hasta la inconsciencia, hasta poner en peligro las propias vidas, porque ya todo da igual cuando has “disfrutado” del placer de matar.

Y en medio de esta cacería el joven protagonista, la novela iniciática, con su correspondiente dosis de “amor”, de descubrimiento del sexo. La prostituta, que hasta se medio enamora la pobre. Con el resultado perfectamente previsible, que para eso es una prostituta y no puede esperar otra cosa.

Hasta que el mercader, que en este caso es también en cierta medida uno de los maestros iniciáticos le suelta al joven la frase culminante de la novela:

Pues no hay nada, ¿entiendes? Naces, mamas mentiras, aprendes otro tipo de mentiras en la escuela. Toda una vida llena de mentiras, y luego, cuando ya vas a morir, tal vez te das cuenta de que no hay nada, nada salvo tu mismo y lo que podrías haber hecho. Pero, claro, no lo hiciste porque esas mentiras decían que había algo más. Y entonces te das cuenta de que podrías haber tenido el mundo entero, siendo el único que conoce el secreto... Pero ya es demasiado tarde. Te has vuelto viejo y no hay marcha atrás. “

El mercader y el cazador, porque el otro maestro es el cazador que no puede dejar de matar. Con estos mimbres tenemos la segunda novela de John Williams. Sobre la primera hice una reseña aquí.