domingo, 12 de octubre de 2014

"Perdida", o el arte de la manipulación

La muy promocionada Perdida, del director David Fincher, es una obra de excelente factura, pero con un guión muy trucado y, un fondo bastante visible que en modo alguno tiene que ver –como se está vendiendo por ahí- con la radiografía de un matrimonio.

      A uno las dos hora y media de metraje se le han pasado volando porque al espectador no le queda más remedio que dejarse llevar y, si a uno le llevan amenamente pues poca cosa más se puede pedir para los tiempos que corren. De entrada, los veinte primeros planos de la película son trepidantes e inaprensibles en una primera visión. A partir de ahí ya sabes que el tipo que está detrás de la cámara no te va a soltar.

      Pero, hurguemos un poco. Aquí puede que haya radiografía, pero la pareja que se nos retrata es poco representantiva, así que por ahí, poco que rascar. En mi opinión, el tema principal de Perdida es el de la manipulación. La manipulación en una doble faceta: la de los medios de comunicación y la que lleva a cabo la mujer con su pareja.

      Los medios de comunicación, liderados por la televisión, hacen y deshacen en este caso -y en tantos otros- a su antojo, moldean a la opinión pública según convenga a sus intereses, es decir, cuanto más dramatismo, mejor: las ventas y los beneficios se incrementarán. El público está dispuesto a tragárselo todo con tal de que lo saquen de la espantosa mediocridad y el servilismo de sus vidas. Una sociedad infantilizada, sin criterio alguno más allá de la subsistencia, en la mayoría de los casos, y el consumo, en la totalidad de los mismos. Es decir, la sociedad nuestra de cada día.

      Dentro de este manual sobre la manipulación que supone esta película hay un subtema interesante: la sobrecredibilidad de la que gozan las mujeres en sus relaciones con los hombres, esos brutos violentos de quienes las mujeres son víctimas. Véase el patético caso del primer novio de la protagonista.

      La protagonista, a su vez, es la estrella en este festival de la manipulación, un auténtico prodigio, una máquina de calcular que no deja nada al azar y que actúa con una eficacia demoledora. Ella, a su vez, ha sido objeto de la manipulación a lo largo de su existencia de sus propios padres, una pareja espeluznante. 

      En fin, una película redonda, un poco tiránica y manipuladora a su vez, muy bien interpretada, con un montaje agilísimo, una fotografía adecuada y todas las virtudes que deseemos añadirle desde el punto de vista plástico, pero que no termina de profundizar, que hiere, pero no mata, porque en definitiva si quieres vender, si quieres arrasar –como es obvio que se pretende en esta Perdida- hay ciertas líneas que no puedes traspasar: el público no lo permitiría y el sistema mucho menos. Ello no es obstáculo para que mañana volviera a verla.