domingo, 12 de abril de 2015

Aguas tranquilas, de Naomi Kawase


Todo es sencillo aquí. La vida y la muerte en una isla japonesa más o menos remota. Una historia de sentimientos confusos, como es propio de los dos adolescentes protagonistas. El mar omnipresente -a veces bravo, a veces calmo-, el sonido del mar como banda sonora, un árbol centenario, los bosques, la lluvia, el tifón, la naturaleza. Dos canciones acompañadas con un pequeño instrumento de cuerda, el sacrificio de una cabra (muy desagradable a nuestros ojos acostumbrados a la carnicería del supermercado), un divorcio, una agonía. Todo narrado mediante imágenes, con diálogos escuetos, un ritmo moroso y una sensibilidad prodigiosa. Creía que ya no se hacían películas como ésta. Se ve que todavía queda alguna esperanza.