miércoles, 23 de septiembre de 2015

Algunas peripecias cervantinas

En una pelea o duelo Cervantes hirió a un tal Antonio de Sigura, y lo hizo en un lugar inadecuado, el recinto del Palacio Real. Era un asunto grave que conllevaba la pena de amputación de la mano derecha. En vista de ello Cervantes se va a Italia y se hace soldado. Tras varios años de estancia en Italia, se italianiza, es decir, se refina. Eso es importante, porque ser muy italiano es como decir que se es muy artista. La mano, sin embargo, la perdió más tarde, en la batalla de Lepanto.

Los cuatro años que estuvo cautivo en Argel lo convierten en un tipo muy bragado, que intenta escapar varias veces y que consigue que su amo le perdone la vida, lo que era poco habitual en esas circunstancias. Se ha especulado con que Cervantes podría haber seducido a su amo para que la vida le fuera perdonada. No sería descartable. Es de suponer que un tipo con semejante imaginación fuera capaz de seducir a cualquiera, de una forma o de otra.

Se dice que Cervantes era pedigüeño, que pedía mucho, aunque obtenía poco. Eso requiere valor y coraje. En varias ocasiones se limitaba a pedir lo que era suyo, los sueldos que se le debían por su trabajo como recaudador, tanto de impuestos como de víveres para el ejército. No siempre lo conseguía. En esas condiciones, qué tendría de particular que se sirviera él mismo. Parecer ser que así lo hizo en alguna ocasión. Terminó en la cárcel.

En asuntos amorosos parece que nuestro principal escritor también era inquieto. Mantuvo un enredo con una mujer casada, Ana Villafranca, conocida en los anales como Ana Franca. Su marido era un tabernero y ella despachaba vino tras el mostrador. Parece que se conocieron en el garito. Cervantes tuvo una hija con ella -nacida en 1584-, de nombre Isabel. El escritor la reconoció con el tiempo, cuando murió el tabernero, y le dio su apellido. Isabel se encargó de amargarle la vejez. Hay otra versión, parece que menos creible, según la cual Isabel sería hija natural de una de las hermanas de Cervantes, Magdalena. Un mes después de que naciera su hija, Cervantes, de 37 años, contrajo matrimonio con la joven Catalina de Salazar, natural de Esquivias, provincia de Toledo. Ella, a diferencia de él, procedía de una familia con posibles. El noviazgo duró dos meses y medio. El matrimonio mucho más, hasta la muerte del escritor, pero con grandes intervalos de vidas separadas.

No existen retratos seguros de Miguel de Cervantes. El que consta aquí, obra de Juan de Jáuregui, es quizá el más popular. El propio Cervantes alude a él en el comienzo de sus Novelas ejemplares.

Bibliografía: Las vidas de Miguel de Cervantes, Andrés Trapiello, ediciones Destino.