viernes, 9 de octubre de 2015

Dos ermitas en la Sierra de Urbasa

La ermita de San Adrián. A la derecha la cumbre del San Donato/Beriain

De madrugada ha caído el último chaparrón, pero amanece un día soleado. El frío del otoño va ganando terreno, sobre todo por las mañanas. El color de la vegetación está cambiando, pero aún dista de alcanzar el esplendor otoñal. Cuando llegue ese momento, si el tiempo acompaña, caminaré por los grandes bosques para contemplar el espectáculo.
Durante las mañanas de los sábados la carretera está tranquila. Antes de llegar a Azpiroz paro a tomar un café. Salgo corriendo cuando llegan dos autobuses cargados de turistas. El aparcamiento de la Venta de Lizarraga, a las diez de la mañana, está lleno. Me temo lo peor, pero luego apenas encuentro gente por la zona.

Comienzo del camino


Tímidas cabras con sus crías en las alturas

El valle de Ergoyena presido por el San Donato

Todo apunta a que el paseo de hoy va a ser fácil y tranquilo. Comienzo a caminar por la pista de tierra que recorre la parte norte de Urbasa. El paisaje ha cambiado algo respecto a la semana pasada, que anduve un poco más al sur dentro del parque. Es menos abrupto y austero. Abunda la roca blanca, que salpica el horizonte de promontorios. Sobre los mil metros de altura predominan las hayas y los espinos blancos. En cuanto puedo salto a los bordes del camino para pisar la alfombra de yerba corta.
El camino sube y baja suavemente, serpentea. En lo alto de los roquedos un par de buitres acechan como estatuas. Aquí y allá pastan rebaños de ovejas; de vez en cuando, caballos y vacas. El ganado aprovecha las últimas semanas antes de que entre el invierno y abandone estas tierras altas. De vez en cuando transita por la pista un todoterreno. Ahora los pastores están motorizados. Se limitan a venir de visita y verificar que todo está en orden.

Restos de una antigua borda de piedras


Sigue el camino a la sombra de una haya 

 Vértice geodésico en la cima del Baiza


Al cabo de una hora alcanzo la desviación hacia la ermita de San Adrián. Me estoy aficionando a las ermitas que abundan por todo el país. Son pequeños edificios con mucho encanto y suelen estar ubicados en lugares preciosos. Un pequeño rebaño de cabras y un par de yeguas con potros pastan en los alrededores. Cuando alcanzo la ermita se despliega ante mí un panorama que me sorprende y me pasma. A la derecha la mole del San Donato o Beriain. A sus pies los pueblecitos del valle de Ergoyen. De frente, Aralar y el amplio valle de la Sakana con las grandes localidades de Alsásua y Echarri-Aranaz. A la izquierda la sierra de Aizkorri, la más elevada del país. Estoy situado sobre un cortado de la montaña y parte del camino lo haré sobre este cordal que se abre abruptamente hacia el valle por cuya mitad pasa la autovía.
La ermita tiene una puerta verde con una inscripción. Su interior ha sido dividido en dos secciones. A la derecha el lugar de culto, a la izquierda un refugio de montaña.

 Campo de brezos en flor

Una balsa junto al camino. El subsuelo de Urbasa contiene cantidades ingentes de agua

Ha empezado a soplar fuerte del noroeste. Se nota sobre todo en lo alto del Baitza (1182 m.) Es una cumbre reducida con un vértice geodésico y un buzón. En realidad mi paseo termina aquí pero decido prolongarlo e intentar llegar hasta la ermita de Santa Marina. Empiezo a descender. Un grupo de yeguas pastan entre los brezales. Pronto localizo el camino. A la derecha queda una balsa donde abreva el ganado. La visito y retomo el camino. El paisaje, con pequeños promontorios salpicados de formaciones rocosas y hayas, se ha embellecido. Me desvío a la derecha, asciendo unos metros y, en efecto, allá aparece la ermita, que está acompañada por otros dos edificios. Busco un lugar soleado y protegido del viento para almorzar. Cuando termino me tumbo un rato con el sombrero en el rostro para protegerme del sol.
Se ve ganado y un todoterreno en las proximidades de la ermita. Decido que dejaré la visita para otro día. También me he saltado, pese a haber pasado muy cerca, la punta de Iruaitzeta, con sus formaciones geológicas semejantes a ojos o arcos. Hay tantas cosas para ver que en una primera visita no se llega a todo.
Retomaré la pista y volveré por el bosque. Pero calculo mal la distancia y me doy una buena tunda de andar. De vez en cuando me detengo para recolectar moras. Paso junto a un redil donde hay media docena de caballos.

 La ermita de Santa Marina. A la derecha, las cumbres de Aizkorri

 Las hayas predominan en esta parte de Urbasa

 Tras la cerca de piedras que la protege hay una sima, la de Artziturrieta


 Las yeguas y potros se acercan mansos a la cámara

El tiempo se me ha echado encima. Cuando un pastor detiene su todoterreno para preguntarme si he visto a unos yeguas, le pido que me acerque a la Venta. De camino le pregunto por el ganado. Tengo curiosidad por saber cuánto tiempo vive un potro antes de ser enviado al matadero. Año y medio. Hasta que engorda un poco. Pasa la mayor parte de este tiempo pastando en la montaña. Las hembras se reservan para crianza. Un toro de lidia vive cinco años. Pero la ganadería ya no es rentable, me dice. Y cuando desaparezca el ganado, ¿quién mantendrá limpios todos estos montes?

Rocas, prados árboles aislados, típico paisaje de la zona