sábado, 2 de julio de 2016

En el parque de Abbadie con llovizna de verano

La bajamar en la bahía de Loia deja al descubierto el flysch de la costa vascofrancesa

Una mañana típica del verano en este rincón de la costa vasca: el cielo bajo y gris pálido desprende una llovizna dulce. Hoy es el día perfecto para un paseo por el parque de Abbadie, sobre los acantilados de Hendaya. Pero, en cuanto me sitúo al cobijo del bosque que le sirve de acceso, la llovizna se transforma en lluvia y el camino se oscurece. Doy media vuelta para salir del bosque y continuar entre los prados y el mar.

El bosque atrae a la lluvia 

Como era previsible, ando solo por los caminos, en compañía del olor de la tierra mojada. Las gaviotas, como acostumbran cuando viene la borrasca, se muestran excitadas y sobrevuelan en grupos la línea de la costa. En el prado, un grupo de extrañas cabras moteadas se dejan empapar mientras almuerzan. El cielo cubre la mayor parte del mar, apenas se alcanza a vislumbrar los acantilados.

 La borrasca tapiza el paisaje

Decido visitar el nuevo centro de interpretación Asporotsttipi, dedicado tanto al espacio protegido de Abbadie como a la costa vasca en la que está ubicado. Todavía huele a madera nueva. La geología, la flora y la fauna, además de la acción del mar sobre la costa, son los temas principales que se desarrollan aquí.

 El flamante nuevo centro de interpretación bien merece una visita

Me entretengo un buen rato porque la instalación es una maravilla, tanto por sus contenidos como, en especial, por la forma tan agradable, amena y didáctica como se ha realizado todo el trabajo.

Antes de irme me llevo unos cuantos folletos informativos sobre aves y flora, con unos dibujos encantadores. Volveré, por supuesto, he dejado mucho por ver.

El cabrestante que se utilizaba para ascender la cosecha de algas rojas 

Afuera el sirimiri ha remitido y continúo un rato por la senda que recorre los acantilados. A la izquierda se ven los restos del cabrestante que se utilizaba para remontar la colecta de algas rojas, de la que se extraía el agar-agar, una gelatina de origen vegetal para usos diversos.


Vegetación al pie del sendero litoral

Cuando la senda empieza a descender hacia la carretera vuelvo sobre mis pasos. Ya sólo el ruido del tráfico allá abajo me resulta disuasorio. La lluvia ha cesado pero el cielo se mantiene sin un resquicio de azul. Son días que tienen un encanto melancólico. Están bien de vez en cuando pero esperemos que el verano se muestre más propicio.

Unas cabras (?) bien peculiares


Domained´Abbadia (en francés)